No tenía pensado escribir este artículo. Al menos no en este momento pero una pregunta de una amiga en un Grupo de Facebook al que pertenezco, me ha animado a hablar un poco aquí de este tema a tenor de las dudas que nos solemos plantear cada año cuando llegan estas fechas.
Ya estamos en invierno y según dónde vivamos empezamos a preguntarnos si ya es la hora de acometer el trabajo de la poda de nuestros rosales y cuando nuestra experiencia en su cultivo es poca nos inquieta mucho la posibilidad de equivocarnos a la hora de elegir las fechas.
El momento idóneo para realizarla dependerá sobretodo de la zona climática dónde nos encontremos.
Si nuestro jardín soporta temperaturas invernales bastante bajas, produciéndose heladas rigurosas (Por debajo de los -12º C) no deberíamos plantearnos ni remotamente podar en otoño. Podar después de que comience a helar fomenta el crecimiento del rosal, crecimiento que matará las heladas más profundas posteriores. Se trata de los climas dónde más tarde se realiza la poda porque es dónde más tarde comienzan las temperaturas primaverales a subir y dónde persisten más tiempo las peligrosas heladas que pueden dañar la vegetación nueva que surgen tras la poda. Los jardineros de estas zonas suelen retrasar incluso a pleno marzo los trabajos de poda de sus rosales.
Si por el contrario en nuestra zona los inviernos son más o menos suaves (comparativamente claro ajjaja) y no solemos sufrir heladas por debajo de los -8/-9º C convendría que podáramos antes puesto que los rosales comienzan su actividad vegetativa también antes que en las zonas descritas anteriormente Sobre finales de febrero o incluso inicios de marzo podría ser un buen momento.
En zonas en las que disfruten de temperaturas suaves en invierno y dónde no se produzcan heladas, los rosales pueden podarse al finalizar el otoño o al inicio del invierno sin riesgo de que la bajas temperaturas puedan matar los crecimientos nuevos que pudieran haber.
En zonas con invierno no excesivamente rigurosos los rosales es difícil que lleguen a estar inactivos totalmente de manera que cuando nos ponemos a podar el arbusto aún está con buena parte de su follaje.
Aunque los rosales en teoría son arbustos caducifolios, solo en los climas muy, muy fríos pierden sus hojas. En mi zona por ejemplo, en la Sierra Oeste de Madrid que puede considerarse una zona climática de bastante frío con heladas frecuente aunque no suelen ser persistentes y solo puntualmente son muy profundas, no llegan a estar del todo sin hojas, ni en pleno invierno.
La época adecuada para podar, por tanto, dependerá de dónde vivimos.
Susan Fox define muy bien cómo elegir el momento:
Dependiendo de dónde viva usted la poda puede efectuarse entre mediados de enero y finales de abril. La idea no hacerlo tan tarde que se vea obligado a cortar el crecimiento nuevo ni tan pronto que fomente un crecimiento prematuro. Por lo general, este momento sería cuando las yemas comienzan a hincharse.
En general lo adecuado es observar el comportamiento de nuestros rosales, en definitiva, será nuestra propia observación y nuestro conocimiento personal y directo de nuestro jardín el que nos marque el mejor momento para podar.
En general, el riesgo de una poda demasiado temprana deriva del hecho de que la poda fomenta el crecimiento y en climas no muy fríos una poda adelantada puede producir un crecimiento de brotes que no habrán tenido tiempo de madurar si se producen posteriormente heladas, dañándose irremediablemente con ellas si se producen heladas tardías.
También tiene sus efectos negativo una poda demasiado tardía ya puede debilitar la planta. Si podamos un rosal cuando ya ha comenzado su actividad vegetativa, la savia ya habrá comenzado a circular de nuevo produciéndose pérdida de ella al practicar los cortes de la poda. No debemos esperar por tanto en exceso. Si vemos que están comenzando a brotar, está claro que no hay que esperar demasiado.
Podar con retraso el crecimiento reciente puede provocar el retraso de la floración. Tan pronto las yemas se abren y emerge de ellas el crecimiento que dará lugar a las pequeñas ramitas en cuyo lateral poco a poco van apareciendo las hojas, no tardan en tener formado ya aunque sea incipientemente los diminutos capullos, a veces difíciles de ver porque están metidos entre las hojas del ápice del pequeño y nuevo vástago. Pero si delicadamente con los dedos separamos estos "proyectos" de hojas, podemos encontrarnos ya entre ellos los diminutos capullos de rosas, tan chiquitos que apenas son perceptibles, pero ahí están. Si podamos en un momento ya tan avanzado estaremos eliminando con la poda estos capullos inicialmente formados obligando al rosal a formar de nuevo capullos en las ramas que brotarán de las yemas existentes en las ramas que dejemos en el arbusto.
Evidentemente no mataremos el rosal porque los rosales, como siempre decimos, son increíblemente fuertes y son capaces de soportar nuestras malas prácticas pero si podemos evitarles un sufrimiento, parece lo más razonable hacerlo. Verdad? :)
Aunque como hemos dicho, en el norte de la Península, en climas sin heladas muchos jardineros podan al final del otoño o inicios del invierno, es más mayoritaria la poda a finales de invierno/comienzos de primavera, tan pronto observamos que las yemas de los rosales comienzan a activarse.
Si dedicamos unos minutos de observación frecuente a nuestros rosales durante algún momento del invierno veremos claramente como se van transformando las yemas y empiezan a hincharse. Antes de comenzar de lleno la actividad vegetativa las yemas se tornan más rojizas, presenta un engrosamiento y en ocasiones, en tan solo unos días se transforman a una velocidad de vértigo alargándose y de repente "estallando", es el momento en que de pronto vemos su transformación y cómo las "capas" externas que la cubren cambian de aspecto y claramente comienzan a abrirse. En breve, a veces en tan solo unos días, ya hacen su aparición las diminutas hojitas perfectamente plegadas unas junto a otras.
Por cierto, no puedo dejar de mencionar qué placer me causa observar esto!! Me parece tan maravilloso todo lo que una yema guarda en su interior!! Siempre que veo aparecer las diminutas hojitas me pregunto cómo pueden haber cabido dentro de algo tan pequeño como una yema!! Pero ahí estaban, plegaditas, apretujadas unas a otras, sin desenvolver jejejje Maravillosa la naturaleza!! Como un pañuelo delicadamente doblado una y otra vez dentro de las yemas, las hojas del rosal aparecen como por arte de magia y lo que hasta ayer estaba protegido y amorosamente guardado en el interior, hoy, animado por el aumento de la cantidad de luz solar y la leve subida de temperaturas, emerge y regala a nuestros ojos unas maravillosas formaciones, incipientes aún, sí, pero que ya son el presagio del gran regalo, las hermosas rosas que se abrirán en mayo!! :P
Por cierto, no puedo dejar de mencionar qué placer me causa observar esto!! Me parece tan maravilloso todo lo que una yema guarda en su interior!! Siempre que veo aparecer las diminutas hojitas me pregunto cómo pueden haber cabido dentro de algo tan pequeño como una yema!! Pero ahí estaban, plegaditas, apretujadas unas a otras, sin desenvolver jejejje Maravillosa la naturaleza!! Como un pañuelo delicadamente doblado una y otra vez dentro de las yemas, las hojas del rosal aparecen como por arte de magia y lo que hasta ayer estaba protegido y amorosamente guardado en el interior, hoy, animado por el aumento de la cantidad de luz solar y la leve subida de temperaturas, emerge y regala a nuestros ojos unas maravillosas formaciones, incipientes aún, sí, pero que ya son el presagio del gran regalo, las hermosas rosas que se abrirán en mayo!! :P
Como en todas las reglas, también aquí hay excepciones: Los rosales a los que no sería de aplicación estas "reglas" serían los rosales ramblers (sarmentosos) y los rosales trepadores de floración única. En ambos casos conviene podarlos tan pronto termina su floración sobre el final del verano.
Me gustaría mencionar aquí tres asuntos que creo son interesantes.
* Uno es la practica de defoliar los rosales cuando los podamos. En algunos artículos de este blog he comentado que de momento suelo defoliar los rosales cuando los podo. Digo que de momento porque una cosa es defoliar uno o dos rosales grandes y otra quitarse a mano las hojas de los rosales de un jardín de dimensiones generosas dónde se cultivan muchos, muchos rosales...
La poda junto con la eliminación simultánea de sus hojas ayudan a forzar al rosal a entrar en una latencia aunque sea breve y que siempre beneficiará al rosal pero además tiene otro propósito y es el eliminar organismos patógenos que suelen estar latentes muchas veces en formas de larvas cuando se trata de plagas y frecuentemente en forma de esporas que con el buen tiempo darán origen a enfermedades.
De momento y mientras no alcancen un tamaño que me resulte imposible afrontar el trabajo de la eliminación exhaustiva de todas las hojas, hago eso, espero al momento en que podo y una vez eliminadas las ramas que deseo quito todas las hojas que quedan en el rosal.
En todo caso creo que es una buena idea si no eliminar todas y cada una de las hojas porque nos parezca un trabajo demasiado meticuloso para que el que no tenemos tiempo o ganas, sí intentar terminar de desprender muchas de las hojas que quedan tan ligeramente prendidas en el rosal que no cuesta nada sacarlas. En este momento del año ya no le sirven de nada al rosal y tan solo son focos de infecciones y cobijo para larvas y esporas como comentaba.
Sí hay que aclarar que si se decide eliminar las hojas debemos hacerlo con cuidado, tratando de no dañar la madera, tirando suavemente del peciolo de la hoja e intentando que se desprenda del punto de unión con la rama. Si vemos que ofrece resistencia, si seguimos tirando es a riesgo de llevarnos también parte de las fibras verticales que cubren las ramas. En ese caso es mejor tener unas tijeras a mano con las que cortar el peciolo evitándonos desgarros en la madera que representan siempre un riesgo de enfermedad para el rosal.
* El segundo tema del que quería hablar viene a propósito de un precisamente de esta latencia tan conveniente y ya lo cometamos en un artículo de este blog de primeros de febrero del año pasado: Cuidados "extras" para los rosales en climas con inviernos muy fríos: Permitir que hagan semillas. En él recordábamos uno de los consejos que nos da la American Rose Society.
Durante el final del otoño y el invierno ya no deberíamos cortar las rosas cuando se pasen porque de seguir eliminando las rosas ajadas en realidad estamos provocando un poco que el rosal no entre en estado de latencia y comience a dormir.
De hacerlo, estamos fomentando que siga creciendo y ya sabemos lo peligroso que es que estos nuevos crecimientos vegetativos no lleguen a formar madera madura antes de que vengan las heladas corriendo gran peligro de que se congelen. Sería bueno por tanto, dejar estos escaramujos en el rosal tras pasarse y permitir que formen la semilla dentro de sus escaramujos. De esta manera estamos permitiendo que el rosal cierre su ciclo natural.
Según la American Rose Society podemos eliminar los pétalos de esas rosas ajadas si queremos adecentar un poco el aspecto de nuestro arriate pero no debemos cortar los escaramujos.
* El último aspecto que quería comentar es el de la conveniencia de eliminar en otoño las ramas largas que sobresalen del rosal para evitar que lleguen a quebrarse con el peso de la nieve, con los vientos o las tormentas de esta época.
Sabemos que algunos de estas ramas largas forman o servirán para formar parte de la estructura de rosales por ejemplo trepadores, claro, en ese caso no parece lógico eliminarlas pero sí tener precaución de asegurarse antes de que venga el mal tiempo de tener este tipo de ramas suficientemente bien ancladas al soporte como para que el viento no las mueva de aquí para allá llegando a a quebrarse. Recordemos la importancia que tiene que los rosales trepadores crezcan sobre soportes adecuados y que las ataduras de sus ramas a ellos sean las adecuadas.
Y por último, como bien dice David Austin en su página: la poda no es una ciencia exacta!! :)
Feliz Día de Reyes, amigos!!