Llevamos unos días en los que el viento sopla con intensidad. Hemos llegado a superar los 40 km por hora en mi zona.
Los sonidos que se producen en el jardín en estas condiciones me impresionan. Mi jardín como sabéis tiene grandes enebros cuyas copas están formadas por ramas de una gran flexibilidad. El sonido que producen al moverse es perturbador. La madera de los troncos cruje y una teme que llegue a romperse alguna rama. Pero es bajo los dos grandes pinos dónde más impresionante es el sonido cuando el viento llega a estas velocidades. La pinaza cae por todas partes y ves como llegan al suelo pequeñas ramas rotas y piñas que se desprenden de las copas.
Es un ruido tan fuerte el de la madera al doblarse mientras el viento se abre paso entre las ramas soplando con fuerza!! Las copas de los árboles bailan enloquecidas al son que tocan rachas cuya furia castiga sin piedad la vegetación, el suelo, las instalaciones y hasta hace huir a los pobres pájaros.
Lo cierto es que me da cierto miedo permanecer mucho tiempo bajo sus copas. Siempre pienso que puede desprenderse una gran rama y me recojo en casa. No es la primera vez que su fuerza llega a romper grandes ramas de algunos árboles.
Pero ni desde dentro de casa se deja de escuchar la gran orquesta que está sonando en el jardín. Son muchos árboles moviéndose al unísono y ello produce un sonido que llega a inquietarme. Por unos segundos parece que ya está, que todo acabó y que llegó la calma. Sabes que no, que de un momento a otro el silencio que se establece se romperá.
Y así es, de repente todo comienza de nuevo. De nuevo se oyen los silbidos que suben de intensidad y todo el aire se llena con mil ruidos, mil crujidos... el azote del viento que parece enfurecido golpea árboles y arbustos y se lleva consigo el agua del suelo y de las hojas. Y sube, y sube la intensidad de todo, tanto que parece que algo va a ocurrir. Ves los remolinos de hojas elevarse del suelo o recorrer gran distancia y algunas en grupo, terminan agazapadas bajo las ramas más bajas de algunos arbustos; muchos árboles "dóciles" se doblegan ante su fuerza tumbando sus copas hacia el suelo en una dirección y al segundo siguiente en dirección contraria y otros aguantan a duras penas su envites con más altivez, sin tanta flexibilidad, como las encinas, pero produciendo en la resistencia lo que parecen quejidos. Silbidos entre las ramas; el rechinar de los portones te hace pensar que menos mal que eres previsora e hiciste buenos huecos con hormigón armado para sostenerlos; ves los arbustos aún jóvenes doblarse más y más y te preguntas si sus ramas aguantarán la presión. La antena de la televisión se mueve peligrosamente sobre el tejado y el aleteo del faldón de los toldos de algunas casas cercanas llega hasta ti y piensas que seguramente llegarán a rasgarse. Por crujir, cruje hasta las piezas de los canalones.
Los almendros y algunos prunus con una floración que lleva un año esperando producirse se esfuma en unos minutos y el suelo a sus pies en poco rato se inunda de pétalos blancos; pequeñas ramillas con flores de mimosas salpican los caminos y los arriates.
Desesperada miras los rosales y compruebas como sus hojas tiernas, recién brotadas, empiezan a erosionarse y se rasgan con sus propias espinas al moverse enloquecidas en los mil vaivenes que provoca ese látigo invisible que es el viento.
Los nuevos brotes están demasiado tiernos para aguantar la fuerza del viento y llegan a romperse algunas de sus ramas.
Todo envuelto en sonido, un sonido que casi ensordece y ni tu propio transitar por el jardín escuchas. Un sonido que yo no calificaría de música porque esta la asocio con algo que me da paz y el viento tan fuerte no me la da, al contrario, me inquieta, me perturba. Parece un mar bravo con olas invisibles pero tan fiero y tan fuerte como aquel. No estoy segura de si me gusta o mejor, me gustaría más si no fuera por la sensación de pequeñez que siento en el jardín cuando todo esto ocurre y me hace consciente de que ante la fuerza de la Naturaleza poco se puede hacer. Por una vez mis odiadas arizónicas siento que me protegen. Que protegen el jardín y que de no tener en dos de sus laterales esa gran frontera que criba al enemigo, el jardín estaría mucho más desprotegido. Son barreras que frenan pero no evitan porque un viento con poderío no hay quien lo pare del todo. Si acaso hacerle perder fuerza...
Temo por la integridad de todo, de árboles, de los arcos de madera, hasta de las tejas del tejado.. y te dices que no, que nada de poner arquitos de tres al cuarto de esos que venden para jardines de juguete. Lo que se pone en el jardín tiene que estar sólidamente anclado si no quieres verlo desaparecer y terminar a cincuenta metros cuesta abajo empotrado contra cualquier cosa. En días así tienes claro que lo que se instala en un jardín grande tiene que ser fuerte y estar preparado para estas situaciones.
Sí, me da cierto miedo. Veo como las copas de los enebros son movidas a su antojo por las rachas de viento y la fuerza de la Naturaleza siempre me parece imponente y ante ella tengo claro que llevo las de perder. No. No me gusta el viento fuerte. Me sobrecoge...
En días como estos al mirar sufro porque soy consciente de la erosión que, cuando adquiere tan altas velocidades, el viento está produciendo sobre el suelo y sobre las plantas. No niego la belleza que tiene su poder y el movimiento que establece en un jardín pero cuando asisto a su presencia no puedo quitarme de la cabeza el daño que está produciendo en el jardín. Quizás por eso no me abandono a su contemplación con placer y sólo puedo pensar en los perjuicios que está originando.
Al remover y producirse la mezcla de las capas de aire da lugar a que se produzca una disminución en los gradientes de la humedad, la concentración de CO2 y la temperatura que hay entre la capa de aire más cercana a las plantaciones y las capas más alejadas. Esto afecta directamente sobre el suministro de CO2, la distribución de las temperaturas y la transpiración.
Indudablemente el viento, cuando es suave, produce efectos positivos sobre el jardín. Por ejemplo baja las temperaturas y ésto, en jardines como el mío, tórridos en verano, no cabe duda de que refresca las plantaciones y el sufrimiento de las plantas es menor.
En invierno, si hace viento, las heladas de irradiación es más difícil que se produzcan ya que mezcla las capas superiores de aire que son más cálidas con las inferiores que están a más bajas temperaturas.
No podemos olvidar igualmente que el transporte de polen se hace imprescindible para muchas especies (anemófilas) y que sin él no sería posible su polinizacion.
En algunas ocasiones concretas, como cuando se produce una gran humedad, un viento suave posterior, al desecar las superficies vegetales y por tanto provocando unas condiciones desfavorables, puede impedir o al menos disminuir la germinación de algunas esporas e incluso pueden erradicar algunas plagas de insectos al impedir su vuelo.
Pero lo cierto es que son más los efectos negativos que los positivos cuando el viento sopla con fuerza. Claro, todo depende de su velocidad. Y sus efectos negativos sobre el jardín están en proporción directa a ella. Son muchos los daños que puede producir en nuestro espacio verde.
Los más evidentes son los daños de tipo mecánico. Frutos y hojas heridas hasta caída de los mismos si aumenta su intensidad pudiendo provocar incluso la rotura de grandes ramas.
Esto en árboles y plantaciones leñosas, en herbáceas puede dar lugar al encamado de sus tallos al tumbarse sobre el suelo produciendo dobleces en ellos de las que no siempre se recuperan.
El aumento de la evapotranspiración es otro efecto que puede llegar a ser muy negativo. Las capas de aire que tocan las hojas suelen tener mayor humedad pero el viento provoca que estén en constante movimiento y al mezclarse con las más secas que están más alejadas, provoca un aumento de la evapotranspiración con el estrés hídrico que ello supone para la planta.
De ahí que sea tan de suma importancia el mantener el terreno húmedo del jardín cuando se están produciendo fuertes vientos. Las plantas se ven obligadas a gastar más agua por el efecto del viento sobre las hojas y el suelo se ve afectado por una gran desecación producto de la evaporación del agua que contiene por efecto del viento.
Incluso llega a producir alteraciones morfológicas en plantas sometidas de forma más o menos constante al viento. Más en árboles que en plantas de menor altura porque el viento aumenta su velocidad según nos elevamos en la atmósfera y por tanto son los árboles los más afectados, siendo menos su influencia en plantas más a nivel del suelo. Fijémonos en la altura de árboles costeros, pocas veces son altos.
El viento además transporta pequeñas partículas del propio suelo que ejercer una tremenda abrasión sobre el follaje pudiendo llegar a causar graves daños en cortezas y sobretodo sobre los brotes tiernos de las plantas. En este caso, este fenómeno se da con mayor intensidad más al ras del suelo, menos en altura.
Pero además los perjuicios de unas horas de gran viento sobre los árboles en flor son graves. Máxime si se trata de frutales con las pérdidas económicas que ello ocasiones.
Además de la pérdida de flores (y por tanto de frutos en potencia), el viento deseca estilos y estigmas de las flores que permanecen en los árboles y actúa negativamente sobre la germinación por parte del polen dificultando a la vez la polinización entomófila (mediante insectos) ya que dificulta el vuelo de abejas y demás insectos.
Qué duda cabe que el viento ayuda a diseminar esporas y plagas y por tanto flaco favor hace al jardín cuando ello ocurre.
Pero además es que incluso pone las cosas difíciles al jardinero al impedirnos actuar contra estas enfermedades y plagas. Todos sabemos que en días ventosos no podemos cargar la mochila a la espalda y que los tratamientos deberemos aplazarlos hasta que el viento se calme.
Pero el mayor daño que el viento produce en un jardín es la desecación de plantas y suelo.
Los intercambios de agua entre la atmósfera y las hojas se hacen mediante unas pequeñas aberturas existentes sobre ellas, los estomas. El viento soplando sobre ellos provoca un aumento de la pérdida de agua al aumentar la transpiración.
De igual forma actúa sobre la primera capa del suelo. Precisamente son los primeros centímetros los más ricos en vida que se ve resecada mediante la acción del viento erosionándose y perdiendo humedad.
Como decimos, el riego y la protección del suelo mediante generosas capas de acolchado son el único paliativo que el jardinero podemos utilizar.
Pero además, el viento llega a tener consecuencias menos visibles sobre el jardín pero no por ella menos graves. Se trata del movimiento al se ven sometidas las raíces. El pan de tierra que rodea las raíces de las plantas llega a ceder obligado por el movimiento al que es sometido la planta. El arraigo de árboles y arbustos recién plantados puede ponerse en riesgo si el viento dura demasiado.
Una planta tambaleada de un lado a otro llega a resentirse en la base del tallo y crea con relación al suelo que lo circunda un espacio en el que se puede acumular el agua y llegar a congelarse si estamos en época de heladas.
De ahí que sea importante instalar tutores fuertes y bien anclados en el momento de la plantación. Serán un sistema para evitar de alguna manera el movimiento de las raíces y del suelo que las rodea evitando así roturas de pequeñas raicillas o que incluso lleguen a desarraigarse o tumbarse plantaciones recientes.
Y por supuesto una de las peores consecuencias que puede tener el viento en nuestro jardín es el llegar a tronchar ramas enteras de árboles cuando no tumbar el ejemplar completamente arrancando de cuajo sus raíces.
No quiero olvidar el mencionar la importancia que el viento tiene (o debería tener) en el diseño del jardín. Conocer nuestro jardín, saber de dónde soplan los vientos dominantes, establecer los puntos o las plantaciones más vulnerables a su acción, estableciendo setos y plantas que se interponga a modo de barreras entre el viento y el jardín menguando su fuerza, es de suma importancia.
Los setos (sean libres o formales podados con formas geométricas) constituyen un elemento imprescindible en un jardín.
Como he dicho muchas veces odio mis arizónicas. Parece que me persiguen ajajjaja En el otro jardincillo que cuidaba también tenía como vecino a otro "amante" de estos monstruos a los que además de costarme mucho encontrarles belleza alguna es que para mí son una gran plaga. Y digo esto porque al lado de las arizónicas pocas son las plantas que pueden prosperar. Sus raíces inundan cualquier terreno en el que detecten agua y crecen dirigiéndose hacia la humedad rodeando las plantaciones dificultando, cuando no impidiendo, que las plantas tomen ni alimento ni agua del suelo
.
De haber estado en disposición económica habría eliminado las arizónicas de mi jardín. No todas porque hay un flanco que crecen en el jardín del vecino y lógicamente estas no podrán eliminarse sin su consentimiento pero sin duda las mías, tarde o temprano, desaparecerán del jardín.
Pero claro, no es tan fácil. Primero porque si talas a ras del suelo una arizónica como las mías que se han convertido en verdaderos árboles con troncos de un grosor muy importante, dejamos en el suelo todo el sistema radicular inundándolo. Lo cual deja invalidado el suelo adyacente para plantar nuevas especies.
Así que no sólo hay que cortar la parte aérea de las arizónicas, hay también que extraer del terreno tocones y raíces y siendo así estamos hablando de contratar maquinaria porque si son muchos metros como en mi caso el trabajo a mano es impensable.
Pero además, suele haber otro problema con estas odiosas plantas. Y es el hecho de que cuando llevan muchos años plantadas demasiado cerca de muros y paredes, llegan a romper sus cimientos con lo que generalmente invalidan los muros del jardín sobre los que crecen provocando incluso no sólo su inclinación si no también la de mochetas sobre las que están instaladas las puertas de acceso. Ese es mi caso. El pequeño murete que separa mi jardín de la calle está completamente tumbado. Tanto que de no ser por las propias arizónicas, la valla metálica que se instaló sobre él, se habría caído.
Podéis entender fácilmente que estamos hablando de un trabajo que hay que pensar mucho antes de afrontarlo. Pero no únicamente porque sea costoso al conllevar tala, extracción de raíces y tocones y reconstrucción de todo el muro. Es que si se decide realizar ese proyecto hay que tener muy bien pensado con que se va a sustituir las arizónicas. Dejar todo un lateral de un jardín sin planta alguna en su frontera expuesto a los vientos dominantes, es dejarlo desprotegido.
Por eso el día que pueda y decida afrontar este trabajo tendrá que ser cuando tenga muy claro qué especies van a tomar el relevo de hacer de parapeto frente al viento (y para preservar mi intimidad, claro está, que también es un factor para mí muy importante). Porque desde luego no se me ocurrirá dejar el jardín desprotegido del viento.
En todo caso estudiar el espacio previamente al diseño del jardín resulta conveniente precisamente para que el proyecto incluya barreras protectoras convenientes a la frecuencia, temperatura y velocidad con la que el viento haga presencia en nuestro jardín.
En la mayoría de jardines, la valla delimitadora de su perímetro, el muro o seto que lo bordea será suficiente protección. Pero si el jardín es pequeño quizás no haya espacio para un seto pero sí para una alambrada o valla cubierta de plantas que podría ser muy bien la solución.
La elección dependerá del espacio que dispongamos en el jardín. Un seto informar ocupa del orden de 2 metros a cada lado del jardín para desarrollarse convenientemente. Es quizás mucho espacio a restar de un jardín pequeño. Sin duda el gusto personal del jardinero determinará también la elección. Yo me decanto claramente por un seto informal en el estilo de mi jardín aunque me parecen precioso un seto de tejo o cedro en jardines con estilos más clásicos que el mío.
Por el contrario un seto formal (recortado) tiene la ventaja de ocupr menos espacio pero la contrapartida de que rara vez, al tenerse que podar varias veces al año a veces, llegan a florecer pero sin duda es un buen cortaviento.
En el caso de setos formales hay que recordar deben ser podados en su parte superior con una ligera pendiente para que así la nieve y el agua no se acumule en esta zona y llegue a aumentar tanto el peso que los deteriore.
He leído que un seto de dos metros hace decrecer la fuerza del viento en 10/20 veces su altura. Es decir, que un seto de esta altura nos disminuirá la fuerza con la que sopla el viento en los siguientes 20/40 metros de jardín situados por delante de él.
Y aquí deberíamos hacer una aclaración en el sentido contrario de lo que solemos creer: un muro sólido, impermeable al viento, no constituye la mejor protección contra el viento. Todo lo contrario!! Un muro sólido de piedra por ejemplo, puede provocar la creación de peligrosos remolinos y hace que todas las hojas y material de escombro vayan a acumularse a sus pies.
Lo más efectivo como protección contra los efectos del viento son los setos ya que no impiden del todo el paso del viento pero le resta velocidad, lo filtran e impiden que el aire helado entre en el jardín. Los muros, si llegan a construirse no deberían ser del todo opacos, mejor con orificios que permitan pasar parte del viento mitigando en su velocidad.
Las barreras más eficaces son las permeables en un 50% y que logran romper la fuerza con la que sopla el viento sin crear el problema de turbulencias y remolinos.
Una celosía podría funcionar muy bien a estos efectos ya que deja pasar entre sus huecos una buena parte y sin duda será más improbable que el viento llegue a tumbarla si la comparamos con una valla sin espacios entre sus tableros.
Pero la protección no se limita únicamente a los setos en las zonas periféricas del jardín. Especialmente en jardines grandes, la instalación de otros elementos protectores puede hacerse precisa para resguardar ciertos rincones como por ejemplo las zonas de reunión familiares o determinados rincones que estén especialmente expuestos al viento.
En esos casos la creación de pantallas vegetales, muretes, muros secos de más o menos altura, pérgolas o vallas en la zona interna del jardín pueden resultar además de muy útiles como protectoras, constituir elementos que lo hagan más hermosos aún.
Y por último, quisiera hablar de otro aspecto que también es preventivo contra el viento. Se trata del estudio de las ubicaciones que damos a las plantas. Esto requiere, claro, conocer bien el jardín. Saber dónde sopla más o menos el viento, qué zonas son más o menos frías y más o menos expuestas. De ello dependerá muchas veces la resistencia de una planta en nuestro jardín.
En ocasiones observo por la mañana muy temprano mi jardín y compruebo que tiene zonas radicalmente distintas, tan distintas que disfrutan de temperaturas que varían en varios grados y cuyas condicione de cultivo varían considerablemente de unas a otras.
La zona frente a la casa, exenta de arbolado y muy amplia, es de las más expuestas. Es lógico, se trata de la parte más alta del jardín y aunque afortunadamente cuenta con las arizónicas que lo protegen un poco, tiene demasiada amplitud para no verse resentido. En invierno, cuando las sombras de las arizonicas proyectan sus sombras sobre esta zona, las heladas persisten en el suelo buena parte del día.
Igual o peor porque el aire frío se acumula en la parte baja del centro del jardín. Allí la hierba está crujiente en ocasiones todo el día.
Sin embargo, en el jardín secreto bajo por dos enormes pinos la vegetación que cubre los arriates y que rodean los bancos de piedra crecen mucho menos perturbadas por el viento y el frío. Aunque en días como estos en los que excepcionalmente sopla del este lógicamente se ve afectado.
; la zona de los setos, especialmente el seto norte, soleado y protegido por encinas, olmos y almendros y resguardado del viento del oeste por la caseta de madera, rara vez se ve cubierto el acolchado por el hielo.
El jardín trasero es un embudo para el viento. Es un espacio largo y estrecho entre la valla cubierta de hiedra que es la divisoria con la parcela de al lado y la fachada de la casa. Casi siempre sopla el viento del oeste y se adentra tomando fuerza recorriendo todo su largo paralelo a la fachada de la casa.
De hecho por esta razón, para proteger un poco esta zona del jardín ubicamos allí un portón de madera con dos celosías a ambos lados cortando el espacio. Cuando crezca la vegetación la fuerza del viento bajará y la zona será más agradable de recorrer.
En realidad, deberíamos tener más presente en qué zonas del jardín plantamos nuestras plantas y no sólo hacerlo por factores estéticos. Una planta no demasiado resistente a las heladas soportará algo mejor el frío si está orientada hacia el oeste. Plantarla hacia el este hace que los rayos de la primera hora de la mañana la descongele demasiado deprisa aumentando con ello el riesgo de daños.
Las edificaciones también conforman microclimas. Las zonas próximas a la propia casa, un invernadero o un cobertizo, son lugares hasta cierto punto protegidos de vientos y bajas temperaturas. De una parte lógicamente forman barreras frente al viento y de la otra, los materiales con los que están construidos absorben el calor por el día y lo liberan lentamente al atardecer protegiendo así las plantas próximas.
Sin duda la altitud de cada zona y su exposición distinta al viento, la existencia de edificaciones, casetas, estructuras, cubiertas de vegetación...permite que en un mismo jardín haya varios microclimas. La ubicación de una misma especie en una u otra zona del mismo determina frecuentemente sus posibilidades de prosperar en él.
En fin, como vemos siempre, un jardín es un todo relacionado y nunca debemos considerarlo como elementos aislados. Un todo en el que cada parte influye sobre las demás y dónde hay que considerar múltiples factores que son los que intervienen a la hora de conformarlo.
Que tengáis una buena tarde, amigos. A ver si mañana deja de soplar este viento inquietante y el jardín por fin reposa en paz... :-)
Los sonidos que se producen en el jardín en estas condiciones me impresionan. Mi jardín como sabéis tiene grandes enebros cuyas copas están formadas por ramas de una gran flexibilidad. El sonido que producen al moverse es perturbador. La madera de los troncos cruje y una teme que llegue a romperse alguna rama. Pero es bajo los dos grandes pinos dónde más impresionante es el sonido cuando el viento llega a estas velocidades. La pinaza cae por todas partes y ves como llegan al suelo pequeñas ramas rotas y piñas que se desprenden de las copas.
Es un ruido tan fuerte el de la madera al doblarse mientras el viento se abre paso entre las ramas soplando con fuerza!! Las copas de los árboles bailan enloquecidas al son que tocan rachas cuya furia castiga sin piedad la vegetación, el suelo, las instalaciones y hasta hace huir a los pobres pájaros.
Lo cierto es que me da cierto miedo permanecer mucho tiempo bajo sus copas. Siempre pienso que puede desprenderse una gran rama y me recojo en casa. No es la primera vez que su fuerza llega a romper grandes ramas de algunos árboles.
Pero ni desde dentro de casa se deja de escuchar la gran orquesta que está sonando en el jardín. Son muchos árboles moviéndose al unísono y ello produce un sonido que llega a inquietarme. Por unos segundos parece que ya está, que todo acabó y que llegó la calma. Sabes que no, que de un momento a otro el silencio que se establece se romperá.
Y así es, de repente todo comienza de nuevo. De nuevo se oyen los silbidos que suben de intensidad y todo el aire se llena con mil ruidos, mil crujidos... el azote del viento que parece enfurecido golpea árboles y arbustos y se lleva consigo el agua del suelo y de las hojas. Y sube, y sube la intensidad de todo, tanto que parece que algo va a ocurrir. Ves los remolinos de hojas elevarse del suelo o recorrer gran distancia y algunas en grupo, terminan agazapadas bajo las ramas más bajas de algunos arbustos; muchos árboles "dóciles" se doblegan ante su fuerza tumbando sus copas hacia el suelo en una dirección y al segundo siguiente en dirección contraria y otros aguantan a duras penas su envites con más altivez, sin tanta flexibilidad, como las encinas, pero produciendo en la resistencia lo que parecen quejidos. Silbidos entre las ramas; el rechinar de los portones te hace pensar que menos mal que eres previsora e hiciste buenos huecos con hormigón armado para sostenerlos; ves los arbustos aún jóvenes doblarse más y más y te preguntas si sus ramas aguantarán la presión. La antena de la televisión se mueve peligrosamente sobre el tejado y el aleteo del faldón de los toldos de algunas casas cercanas llega hasta ti y piensas que seguramente llegarán a rasgarse. Por crujir, cruje hasta las piezas de los canalones.
Los almendros y algunos prunus con una floración que lleva un año esperando producirse se esfuma en unos minutos y el suelo a sus pies en poco rato se inunda de pétalos blancos; pequeñas ramillas con flores de mimosas salpican los caminos y los arriates.
Desesperada miras los rosales y compruebas como sus hojas tiernas, recién brotadas, empiezan a erosionarse y se rasgan con sus propias espinas al moverse enloquecidas en los mil vaivenes que provoca ese látigo invisible que es el viento.
Los nuevos brotes están demasiado tiernos para aguantar la fuerza del viento y llegan a romperse algunas de sus ramas.
Todo envuelto en sonido, un sonido que casi ensordece y ni tu propio transitar por el jardín escuchas. Un sonido que yo no calificaría de música porque esta la asocio con algo que me da paz y el viento tan fuerte no me la da, al contrario, me inquieta, me perturba. Parece un mar bravo con olas invisibles pero tan fiero y tan fuerte como aquel. No estoy segura de si me gusta o mejor, me gustaría más si no fuera por la sensación de pequeñez que siento en el jardín cuando todo esto ocurre y me hace consciente de que ante la fuerza de la Naturaleza poco se puede hacer. Por una vez mis odiadas arizónicas siento que me protegen. Que protegen el jardín y que de no tener en dos de sus laterales esa gran frontera que criba al enemigo, el jardín estaría mucho más desprotegido. Son barreras que frenan pero no evitan porque un viento con poderío no hay quien lo pare del todo. Si acaso hacerle perder fuerza...
Temo por la integridad de todo, de árboles, de los arcos de madera, hasta de las tejas del tejado.. y te dices que no, que nada de poner arquitos de tres al cuarto de esos que venden para jardines de juguete. Lo que se pone en el jardín tiene que estar sólidamente anclado si no quieres verlo desaparecer y terminar a cincuenta metros cuesta abajo empotrado contra cualquier cosa. En días así tienes claro que lo que se instala en un jardín grande tiene que ser fuerte y estar preparado para estas situaciones.
Sí, me da cierto miedo. Veo como las copas de los enebros son movidas a su antojo por las rachas de viento y la fuerza de la Naturaleza siempre me parece imponente y ante ella tengo claro que llevo las de perder. No. No me gusta el viento fuerte. Me sobrecoge...
En días como estos al mirar sufro porque soy consciente de la erosión que, cuando adquiere tan altas velocidades, el viento está produciendo sobre el suelo y sobre las plantas. No niego la belleza que tiene su poder y el movimiento que establece en un jardín pero cuando asisto a su presencia no puedo quitarme de la cabeza el daño que está produciendo en el jardín. Quizás por eso no me abandono a su contemplación con placer y sólo puedo pensar en los perjuicios que está originando.
Al remover y producirse la mezcla de las capas de aire da lugar a que se produzca una disminución en los gradientes de la humedad, la concentración de CO2 y la temperatura que hay entre la capa de aire más cercana a las plantaciones y las capas más alejadas. Esto afecta directamente sobre el suministro de CO2, la distribución de las temperaturas y la transpiración.
Indudablemente el viento, cuando es suave, produce efectos positivos sobre el jardín. Por ejemplo baja las temperaturas y ésto, en jardines como el mío, tórridos en verano, no cabe duda de que refresca las plantaciones y el sufrimiento de las plantas es menor.
En invierno, si hace viento, las heladas de irradiación es más difícil que se produzcan ya que mezcla las capas superiores de aire que son más cálidas con las inferiores que están a más bajas temperaturas.
No podemos olvidar igualmente que el transporte de polen se hace imprescindible para muchas especies (anemófilas) y que sin él no sería posible su polinizacion.
En algunas ocasiones concretas, como cuando se produce una gran humedad, un viento suave posterior, al desecar las superficies vegetales y por tanto provocando unas condiciones desfavorables, puede impedir o al menos disminuir la germinación de algunas esporas e incluso pueden erradicar algunas plagas de insectos al impedir su vuelo.
Pero lo cierto es que son más los efectos negativos que los positivos cuando el viento sopla con fuerza. Claro, todo depende de su velocidad. Y sus efectos negativos sobre el jardín están en proporción directa a ella. Son muchos los daños que puede producir en nuestro espacio verde.
Los más evidentes son los daños de tipo mecánico. Frutos y hojas heridas hasta caída de los mismos si aumenta su intensidad pudiendo provocar incluso la rotura de grandes ramas.
Esto en árboles y plantaciones leñosas, en herbáceas puede dar lugar al encamado de sus tallos al tumbarse sobre el suelo produciendo dobleces en ellos de las que no siempre se recuperan.
El aumento de la evapotranspiración es otro efecto que puede llegar a ser muy negativo. Las capas de aire que tocan las hojas suelen tener mayor humedad pero el viento provoca que estén en constante movimiento y al mezclarse con las más secas que están más alejadas, provoca un aumento de la evapotranspiración con el estrés hídrico que ello supone para la planta.
De ahí que sea tan de suma importancia el mantener el terreno húmedo del jardín cuando se están produciendo fuertes vientos. Las plantas se ven obligadas a gastar más agua por el efecto del viento sobre las hojas y el suelo se ve afectado por una gran desecación producto de la evaporación del agua que contiene por efecto del viento.
Incluso llega a producir alteraciones morfológicas en plantas sometidas de forma más o menos constante al viento. Más en árboles que en plantas de menor altura porque el viento aumenta su velocidad según nos elevamos en la atmósfera y por tanto son los árboles los más afectados, siendo menos su influencia en plantas más a nivel del suelo. Fijémonos en la altura de árboles costeros, pocas veces son altos.
El viento además transporta pequeñas partículas del propio suelo que ejercer una tremenda abrasión sobre el follaje pudiendo llegar a causar graves daños en cortezas y sobretodo sobre los brotes tiernos de las plantas. En este caso, este fenómeno se da con mayor intensidad más al ras del suelo, menos en altura.
Pero además los perjuicios de unas horas de gran viento sobre los árboles en flor son graves. Máxime si se trata de frutales con las pérdidas económicas que ello ocasiones.
Además de la pérdida de flores (y por tanto de frutos en potencia), el viento deseca estilos y estigmas de las flores que permanecen en los árboles y actúa negativamente sobre la germinación por parte del polen dificultando a la vez la polinización entomófila (mediante insectos) ya que dificulta el vuelo de abejas y demás insectos.
Qué duda cabe que el viento ayuda a diseminar esporas y plagas y por tanto flaco favor hace al jardín cuando ello ocurre.
Pero además es que incluso pone las cosas difíciles al jardinero al impedirnos actuar contra estas enfermedades y plagas. Todos sabemos que en días ventosos no podemos cargar la mochila a la espalda y que los tratamientos deberemos aplazarlos hasta que el viento se calme.
Pero el mayor daño que el viento produce en un jardín es la desecación de plantas y suelo.
Los intercambios de agua entre la atmósfera y las hojas se hacen mediante unas pequeñas aberturas existentes sobre ellas, los estomas. El viento soplando sobre ellos provoca un aumento de la pérdida de agua al aumentar la transpiración.
De igual forma actúa sobre la primera capa del suelo. Precisamente son los primeros centímetros los más ricos en vida que se ve resecada mediante la acción del viento erosionándose y perdiendo humedad.
Como decimos, el riego y la protección del suelo mediante generosas capas de acolchado son el único paliativo que el jardinero podemos utilizar.
Pero además, el viento llega a tener consecuencias menos visibles sobre el jardín pero no por ella menos graves. Se trata del movimiento al se ven sometidas las raíces. El pan de tierra que rodea las raíces de las plantas llega a ceder obligado por el movimiento al que es sometido la planta. El arraigo de árboles y arbustos recién plantados puede ponerse en riesgo si el viento dura demasiado.
Una planta tambaleada de un lado a otro llega a resentirse en la base del tallo y crea con relación al suelo que lo circunda un espacio en el que se puede acumular el agua y llegar a congelarse si estamos en época de heladas.
De ahí que sea importante instalar tutores fuertes y bien anclados en el momento de la plantación. Serán un sistema para evitar de alguna manera el movimiento de las raíces y del suelo que las rodea evitando así roturas de pequeñas raicillas o que incluso lleguen a desarraigarse o tumbarse plantaciones recientes.
Y por supuesto una de las peores consecuencias que puede tener el viento en nuestro jardín es el llegar a tronchar ramas enteras de árboles cuando no tumbar el ejemplar completamente arrancando de cuajo sus raíces.
No quiero olvidar el mencionar la importancia que el viento tiene (o debería tener) en el diseño del jardín. Conocer nuestro jardín, saber de dónde soplan los vientos dominantes, establecer los puntos o las plantaciones más vulnerables a su acción, estableciendo setos y plantas que se interponga a modo de barreras entre el viento y el jardín menguando su fuerza, es de suma importancia.
Los setos (sean libres o formales podados con formas geométricas) constituyen un elemento imprescindible en un jardín.
Como he dicho muchas veces odio mis arizónicas. Parece que me persiguen ajajjaja En el otro jardincillo que cuidaba también tenía como vecino a otro "amante" de estos monstruos a los que además de costarme mucho encontrarles belleza alguna es que para mí son una gran plaga. Y digo esto porque al lado de las arizónicas pocas son las plantas que pueden prosperar. Sus raíces inundan cualquier terreno en el que detecten agua y crecen dirigiéndose hacia la humedad rodeando las plantaciones dificultando, cuando no impidiendo, que las plantas tomen ni alimento ni agua del suelo
.
De haber estado en disposición económica habría eliminado las arizónicas de mi jardín. No todas porque hay un flanco que crecen en el jardín del vecino y lógicamente estas no podrán eliminarse sin su consentimiento pero sin duda las mías, tarde o temprano, desaparecerán del jardín.
Pero claro, no es tan fácil. Primero porque si talas a ras del suelo una arizónica como las mías que se han convertido en verdaderos árboles con troncos de un grosor muy importante, dejamos en el suelo todo el sistema radicular inundándolo. Lo cual deja invalidado el suelo adyacente para plantar nuevas especies.
Así que no sólo hay que cortar la parte aérea de las arizónicas, hay también que extraer del terreno tocones y raíces y siendo así estamos hablando de contratar maquinaria porque si son muchos metros como en mi caso el trabajo a mano es impensable.
Pero además, suele haber otro problema con estas odiosas plantas. Y es el hecho de que cuando llevan muchos años plantadas demasiado cerca de muros y paredes, llegan a romper sus cimientos con lo que generalmente invalidan los muros del jardín sobre los que crecen provocando incluso no sólo su inclinación si no también la de mochetas sobre las que están instaladas las puertas de acceso. Ese es mi caso. El pequeño murete que separa mi jardín de la calle está completamente tumbado. Tanto que de no ser por las propias arizónicas, la valla metálica que se instaló sobre él, se habría caído.
Podéis entender fácilmente que estamos hablando de un trabajo que hay que pensar mucho antes de afrontarlo. Pero no únicamente porque sea costoso al conllevar tala, extracción de raíces y tocones y reconstrucción de todo el muro. Es que si se decide realizar ese proyecto hay que tener muy bien pensado con que se va a sustituir las arizónicas. Dejar todo un lateral de un jardín sin planta alguna en su frontera expuesto a los vientos dominantes, es dejarlo desprotegido.
Por eso el día que pueda y decida afrontar este trabajo tendrá que ser cuando tenga muy claro qué especies van a tomar el relevo de hacer de parapeto frente al viento (y para preservar mi intimidad, claro está, que también es un factor para mí muy importante). Porque desde luego no se me ocurrirá dejar el jardín desprotegido del viento.
En todo caso estudiar el espacio previamente al diseño del jardín resulta conveniente precisamente para que el proyecto incluya barreras protectoras convenientes a la frecuencia, temperatura y velocidad con la que el viento haga presencia en nuestro jardín.
En la mayoría de jardines, la valla delimitadora de su perímetro, el muro o seto que lo bordea será suficiente protección. Pero si el jardín es pequeño quizás no haya espacio para un seto pero sí para una alambrada o valla cubierta de plantas que podría ser muy bien la solución.
La elección dependerá del espacio que dispongamos en el jardín. Un seto informar ocupa del orden de 2 metros a cada lado del jardín para desarrollarse convenientemente. Es quizás mucho espacio a restar de un jardín pequeño. Sin duda el gusto personal del jardinero determinará también la elección. Yo me decanto claramente por un seto informal en el estilo de mi jardín aunque me parecen precioso un seto de tejo o cedro en jardines con estilos más clásicos que el mío.
Por el contrario un seto formal (recortado) tiene la ventaja de ocupr menos espacio pero la contrapartida de que rara vez, al tenerse que podar varias veces al año a veces, llegan a florecer pero sin duda es un buen cortaviento.
En el caso de setos formales hay que recordar deben ser podados en su parte superior con una ligera pendiente para que así la nieve y el agua no se acumule en esta zona y llegue a aumentar tanto el peso que los deteriore.
He leído que un seto de dos metros hace decrecer la fuerza del viento en 10/20 veces su altura. Es decir, que un seto de esta altura nos disminuirá la fuerza con la que sopla el viento en los siguientes 20/40 metros de jardín situados por delante de él.
Y aquí deberíamos hacer una aclaración en el sentido contrario de lo que solemos creer: un muro sólido, impermeable al viento, no constituye la mejor protección contra el viento. Todo lo contrario!! Un muro sólido de piedra por ejemplo, puede provocar la creación de peligrosos remolinos y hace que todas las hojas y material de escombro vayan a acumularse a sus pies.
Lo más efectivo como protección contra los efectos del viento son los setos ya que no impiden del todo el paso del viento pero le resta velocidad, lo filtran e impiden que el aire helado entre en el jardín. Los muros, si llegan a construirse no deberían ser del todo opacos, mejor con orificios que permitan pasar parte del viento mitigando en su velocidad.
Las barreras más eficaces son las permeables en un 50% y que logran romper la fuerza con la que sopla el viento sin crear el problema de turbulencias y remolinos.
Una celosía podría funcionar muy bien a estos efectos ya que deja pasar entre sus huecos una buena parte y sin duda será más improbable que el viento llegue a tumbarla si la comparamos con una valla sin espacios entre sus tableros.
Pero la protección no se limita únicamente a los setos en las zonas periféricas del jardín. Especialmente en jardines grandes, la instalación de otros elementos protectores puede hacerse precisa para resguardar ciertos rincones como por ejemplo las zonas de reunión familiares o determinados rincones que estén especialmente expuestos al viento.
En esos casos la creación de pantallas vegetales, muretes, muros secos de más o menos altura, pérgolas o vallas en la zona interna del jardín pueden resultar además de muy útiles como protectoras, constituir elementos que lo hagan más hermosos aún.
Y por último, quisiera hablar de otro aspecto que también es preventivo contra el viento. Se trata del estudio de las ubicaciones que damos a las plantas. Esto requiere, claro, conocer bien el jardín. Saber dónde sopla más o menos el viento, qué zonas son más o menos frías y más o menos expuestas. De ello dependerá muchas veces la resistencia de una planta en nuestro jardín.
En ocasiones observo por la mañana muy temprano mi jardín y compruebo que tiene zonas radicalmente distintas, tan distintas que disfrutan de temperaturas que varían en varios grados y cuyas condicione de cultivo varían considerablemente de unas a otras.
La zona frente a la casa, exenta de arbolado y muy amplia, es de las más expuestas. Es lógico, se trata de la parte más alta del jardín y aunque afortunadamente cuenta con las arizónicas que lo protegen un poco, tiene demasiada amplitud para no verse resentido. En invierno, cuando las sombras de las arizonicas proyectan sus sombras sobre esta zona, las heladas persisten en el suelo buena parte del día.
Igual o peor porque el aire frío se acumula en la parte baja del centro del jardín. Allí la hierba está crujiente en ocasiones todo el día.
Sin embargo, en el jardín secreto bajo por dos enormes pinos la vegetación que cubre los arriates y que rodean los bancos de piedra crecen mucho menos perturbadas por el viento y el frío. Aunque en días como estos en los que excepcionalmente sopla del este lógicamente se ve afectado.
; la zona de los setos, especialmente el seto norte, soleado y protegido por encinas, olmos y almendros y resguardado del viento del oeste por la caseta de madera, rara vez se ve cubierto el acolchado por el hielo.
El jardín trasero es un embudo para el viento. Es un espacio largo y estrecho entre la valla cubierta de hiedra que es la divisoria con la parcela de al lado y la fachada de la casa. Casi siempre sopla el viento del oeste y se adentra tomando fuerza recorriendo todo su largo paralelo a la fachada de la casa.
De hecho por esta razón, para proteger un poco esta zona del jardín ubicamos allí un portón de madera con dos celosías a ambos lados cortando el espacio. Cuando crezca la vegetación la fuerza del viento bajará y la zona será más agradable de recorrer.
En realidad, deberíamos tener más presente en qué zonas del jardín plantamos nuestras plantas y no sólo hacerlo por factores estéticos. Una planta no demasiado resistente a las heladas soportará algo mejor el frío si está orientada hacia el oeste. Plantarla hacia el este hace que los rayos de la primera hora de la mañana la descongele demasiado deprisa aumentando con ello el riesgo de daños.
Las edificaciones también conforman microclimas. Las zonas próximas a la propia casa, un invernadero o un cobertizo, son lugares hasta cierto punto protegidos de vientos y bajas temperaturas. De una parte lógicamente forman barreras frente al viento y de la otra, los materiales con los que están construidos absorben el calor por el día y lo liberan lentamente al atardecer protegiendo así las plantas próximas.
Sin duda la altitud de cada zona y su exposición distinta al viento, la existencia de edificaciones, casetas, estructuras, cubiertas de vegetación...permite que en un mismo jardín haya varios microclimas. La ubicación de una misma especie en una u otra zona del mismo determina frecuentemente sus posibilidades de prosperar en él.
En fin, como vemos siempre, un jardín es un todo relacionado y nunca debemos considerarlo como elementos aislados. Un todo en el que cada parte influye sobre las demás y dónde hay que considerar múltiples factores que son los que intervienen a la hora de conformarlo.
Que tengáis una buena tarde, amigos. A ver si mañana deja de soplar este viento inquietante y el jardín por fin reposa en paz... :-)