Bajo del tren y me encamino al autobús y mi único pensamiento mientras descendemos por el puerto es qué sentiré cuando vuelva en un rato a entrar en mi jardín. Es un pensamiento recurrente y no logro encontrar una respuesta que me resulte válida. Debería sentir una inmensa alegría. Debería sentirme diferente, debería sentirlo distinto. Debería sentir, ahora sí, que es mío. Una y otra vez la misma pregunta. Qué sentiré? Cómo me sentiré? Cómo lo sentiré?
Todavía queda buena parte de la tarde. Calle abajo miro las montañas de Ávila que se ven a lo lejos frente a mi casa y tan pronto me aproximo ya escucho los ladridos de alborozo de Iker que me dan la bienvenida antes de llegar del todo. Sus empujones de costumbre, su acoso para lograr un premio que saco de mi bolsillo. Apenas dejo el ordenador y el bolso en el salón me dispongo a pasearlo —Lo haré despacito, deteniéndome, desmenuzando mis emociones, escudriñándolas—
Me paro al inicio del camino del seto norte y desde allí contemplo la preciosa vista que hay del pueblo a lo lejos. Paseo despacio mi mirada por los enebros —Tus enebros— me digo a la espera de sentir algo especial. Sigo. Miro la mancha de intenso carmín del P. Quinquefolia de enfrente y hacia allí me dirijo. Rojo, rojo, rojo....vuelvo a buscar la sensación especial que esperaba sentir. No la tengo. Sigo recorriendo el jardín y me paro bajo los preciosos olmos que a estas horas lucen hermosísimos con el sol todavía bañando sus hojas. Me emociona la luz. Como siempre. Pero más que otras veces? Más que nunca? Distinto? No. Me encamino hacia el Jardín secreto y lo recorro. Me detengo en el Acer palmatum y me fijo en que en sus hojas comienzan a aparecer manchas de un rojo brillante. Busco de nuevo una sensación que convierta mi emoción en algo diferente. Busco tener una mirada distinta sobre él. Busco sentir algo que no haya sentido nunca paseándolo. No encuentro nada de ello. No siento nada que no sea lo que siento siempre que lo contemplo o lo recorro. No me siento diferente de cualquier otro día. Cómo es posible que tras esta jornada no deje de ser esta tarde igual a cualquier otra tarde de estos cuatro años? No es decepción, es extrañeza.
El documento firmado esta mañana y que reposa sobre la mesa de mi salón no ha transformado nada en mi interior. Mi corazón no siente nada distinto. El color extraordinario del Rhus typhina no me emociona más que otra veces, los escaramujos los veo igual de bellos que siempre y entonces me doy cuenta de que estoy buscando en el lugar equivocado. No es mi corazón el que debo analizar. Descubro mi error sentada en el borde de la plataforma de hormigón mientras miro las hojas de vibrante escarlata del Parthenocissus quinquefolia. Recorro minuto a minuto mi día hacia atrás. Hasta el primer momento de la mañana antes incluso de que naciera el día.
Miércoles, uno de octubre de 2017. De temprano me levanté. Noche cerrada. Me eché un chal por encima y como hago siempre, asomé la nariz por la puerta de la cocina que da al jardín trasero. Mientras subía el café puesto al fuego decidí acercarme a la casita de madera para poner una lavadora y aprovechar para doblar algo de ropa que estaba pendiente del día anterior. En el trayecto hacia allí escuché tras mis pasos los de Iker y al rato sus empujones cariñosos —Buenos días Iker, no seas bruto!!— me escuché susurrar mientras mi mano acariciaba su lomo. Qué bruto llega a ser este perro. Si no me ando con cuidado más de una vez me ha hecho perder el equilibrio y casi caerme.
Había tiempo, mucho tiempo. Tener margen por delante me tranquilizaba. No era día de correr, ni de apresuramientos, ni de hacer nada que me intranquilizara más. Bastante nerviosa estaba yo!! Tranquilamente fui doblando las toallas sobre la tabla de la plancha, asomada a la ventana, vi a través del cristal el escorzo del olivo y apunté mentalmente en mi agenda el recoger las aceitunas para endulzarlas. Mientras iba doblando miraba a través de aquella ventana y en realidad la oscuridad me impedía ver prácticamente nada pero sabía, porque me sé de memoria todos los espacios, qué sombra era la encina y que aquella mancha a lo lejos era la higuera y que a los pies de los primeros postes de la baranda de madera que cruza el jardín crece una mata de lirios. Cómo no saberlo!! Si he transformado con mis manos cada centímetro de tierra que forma mi jardín... Lo sé, lo he aprendido tanto que para mí es un mapa en el que puedo situar todos y cada uno de los detalles, todas y cada una de las piedras... En pocos minutos las toallas y sábanas estuvieron listas y coloqué sobre mi cadera el cesto de la ropa limpia doblada para llevármelo en el camino de regreso a casa. Pasé al lado de la mimosa que el año pasado sufrió una gran fractura en una de sus ramas principales —A estos bichos no hay quien los mate!!— Ésta, como las demás que crecen aquí, ya tiene sus ramos florales formados. Ya están en ciernes las flores que llenarán con su aroma el jardín en marzo y que lo teñirán entero de amarillo.
A mi regreso el café borboteaba en esa cafetera que tengo desde hace algo así como cuarenta años, que a base de cumplir su función durante tanto tiempo, está negra por fuera como el betún pero que funciona estupendamente y que de momento no voy a cambiar. Apenas abrí la puerta el aroma del café me golpeó la cara. Justo a tiempo para que no se quemara!
Mientras me preparaba el primer café en mi tacita de cristal de siempre analicé mi interior. Qué sentía? Inquietud, inquietud, inquietud... Era tanto el tiempo que llevaba esperando que aquel día llegara!! Casi cuatro años!! Tiempo para tanto y tiempo para tan poco. Tiempo para que algunos rosales comiencen a ser adultos; tiempo para que el jardín empezara a ser algo más que un muestrario de plantaciones diminutas. Tiempo de haberme adaptado a él y de que él se adapte a mí, qué remedio le cabe al pobre si no tiene otra jardinera que lo cuide!! jejejje Tiempo de que hayan florecido cuatro veces las mimosas, cuatro veces los almendros, cuatro veces tiñéndose de amarillo o de rojo según el año las hojas del Liquidambar y de que el jardín se haya vestido y desvestido cuatro veces con los trajes de las temporadas. Verde tierno y rosas a mansalva; verdes pajizos y sequedad; rojo, amarillo y cobre, frutos y escaramujos.... y las cortezas, las ramas sin vestido, la nieve sobre el suelo, la helada de madrugada... la desnudez en invierno. Cuatro años, cuatro veces, cuatro ciclos
Y a la vez, tiempo para tan poco! Aún los malus no tienen ni el asomo de la belleza que llegarán a tener con los años; aun los R. 'Pierre de Rosand' no son imponentes; aún el membrillero no dio sus primeros frutos; aún no fructifican los manzanos del huerto... Sí, tiempo para tan poco. No están hechos los caminos albergando en su superficie las piedras que tengo pensado colocar, ni se yergue pérgola alguna en mi jardín, y el estanque amplio de formas naturales y sinuosas, de belleza serena en cuyas aguas sobrevuelen las libélulas y dónde croen las ranas solo existe en mi imaginación porque aún no hubo tiempo de crearlo...Todavía no ha florecido un Rosa 'Mermaid´ que cuando pasen unos cuantos años trepará por la fachada este de la casa y sus rosas protegidas del sol del mediodía conservarán sus tonos amarillo pálido durante más tiempo. No ha florecido porque en realidad formará parte del próximo pedido de rosales a raíz desnuda. Este rosal y otros que vendrán no han tenido tiempo de crecer todavía aquí. El tiempo, tan relativo.
Todo listo. Ordenador, dos copias del contrato de compraventa que en unas horas se firmaría en Madrid, DNI, un bolígrafo, un paquete de tabaco para calmar la inquietud que me atenazaba, unas monedas sueltas por si las precisaba, unos cuantos billetes, los horarios de trenes, Metro y autobuses de regreso...Dos, tres, cuatro veces pasé revisión a todo. Vamos allá! Qué pasará? —No le mires a los ojos cuando firme. A los ojos no— Habrá algún incidente? Todo saldrá según lo previsto? Las firmas se estamparán en estos papeles impresos por duplicado. Por enésima vez compruebo que el contrato está en el bolsillo externo del maletín del ordenador —Sí, están. Sí, tranquila—Ya he comprobado tres veces que llevo monedas sueltas para pagar el billete de tren pero por si acaso vuelvo a abrir el bolso y me cercioro —Quién deberá firmar antes? Ellos? Yo soy la parte compradora. Después de ellos entonces?— Qué distinto es todo esta mañana a lo que hace cuatro años imaginé. Yo sola, sin él. Yo sola o mejor, solos Iker y yo. Hace ya más de un mes que es así pero el tiempo, ese tiempo que es tan elástico, tan subjetivo, tan largo o tan corto dependiendo de para qué, no me ha permitido todavía acostumbrarme y aún debo devolver la mitad de puñados de arroz cuando hago paella porque se me van las manos a raciones de dos —A los ojos no porque todo el dolor de estos cuatro años se te pondrá detrás de los párpados y se te derramarán. A los ojos no porque se te escapará el alma por ellos— Y el propio pensamiento me hace llorar por un instante pero no, me rebelo contra mí misma —No, más llanto no. Para!!— Me enjugo las lágrimas y me repongo. Miro el reloj del móvil y aunque voy con tiempo de sobra me apresuro. Listo. Ahora sí. Cierro todas las cremalleras del maletín del ordenador. Me enfundo una parka pero decido finalmente quitármela. Me conozco, cuando estoy nerviosa suelo tener calor así que la dejo en el respaldo de mi silla.
Cierro la puerta de la cocina por la que salgo y lleno el barreño de Iker con agua fresca y limpia y su pocillo de comida también. Echo el pestillo de la puerta del jardín y miro por encima de ella por última vez el jardín trasero y mi casa —Mi casa? La casa de ellos? Es mi casa pero no lo es todavía. Cuándo algo llega a ser tuyo? Sí, claro, por mucho que uno cuide, mime, proteja y embellezca algo, no es tuyo si una Escritura no dice que así es. Vamos. Queda tan solo unas horas y todo terminará y todo podrá comenzar. Comenzará algo distinto y terminará algo pasado. Cuando regreses esta ya será tu casa. Ojalá! Me animo a mí misma— Me despido de Iker y emprendo camino al autobús. Apenas tres minutos y estoy en la estación. Yo sola, es un miércoles festivo y no hay nadie en la estación. Llego con demasiada anticipación. faltan aún diez minutos para que venga el tren y por fin la megafonía lo anuncia —Tren procedente de Ávila con destino Chamartín. Vía 2—
Me acomodo. Son las ocho cuarenta y cinco y escribo mi primer mensaje en wassap para informar a los otros firmantes —Acabo de coger el tren, en menos de una hora llegaré a Madrid—El día ya ha nacido hace rato y el maravilloso paisaje de la Sierra de Madrid corre hacia atrás ante mis ojos en la ventanilla a mi derecha. Es otoño. Está claro. Qué hermosa está toda la Sierra!! En poco el bosque de La Herrería aparecerá ante mis ojos y las cúpulas del Monasterio de El Escorial harán su aparición a la izquierda —Qué maravilloso paisaje éste —Qué suerte vivir en este entorno me digo— Me viene a la memoria un bocadillo comido precipitadamente con él allí cerca del Monasterio hace casi diez años. Qué distinto era todo!! Aquel día fue el primero que vi la parcela que hoy es mi jardín. Mi Wassap empieza a sonar. Uno tras otro todos los míos envían sus palabras cariñosas, su ánimo, sus deseos de suerte, de que todo salga bien. Tan lejos todos y tan cerca en mi corazón. Mi familia, "el clan" como alguien les llama. Así es, un clan, un poco gitano en cuanto a apoyo y en cuánto a hacer piña cuando uno de los nuestros lo necesita. Uno tras otro llegan los wassaps no faltó el de nadie —Técnicamente estoy sola, me digo, pero no me siento sola, están ellos— Me sonrío—Le miraré a la cara cuando él estampe su firma? No, mejor no le mires María, mejor no mires esos ojos que ya son de un desconocido porque te desbordarás y no podrás reprimir el llanto. Ese no será el escenario adecuado— Los trenes son buenos lugares para el pensamiento. Sitios en los que la mente puede ir y venir tranquila sin más despiste que el que supone la visión del paisaje que corre al lado del camino de hierro y que más que distracción es siempre un acicate para la reflexión
Torrelodones, Las Matas, Pinar, Pitis, Ramón y Cajal. El tren va tragándose estación tras estación. La próxima, Chamartín. Bajo del tren. La ciudad me inquieta, no siento nada parecido a lo que siento en mi entorno habitual. Aprieto con fuerza las asas de mi maletín y me encamino al metro. Dos transbordos y estaré en el Barrio de la Concepción. De nuevo mi Wassap les informa de que ya he llegado y en breve se acerca su hermano a la mesa de la terraza del bar dónde estoy haciendo tiempo. Un café rápido y subimos a casa —Mejor en la salita— Propongo.
Miro la mesa camilla en el centro de la estancia y me pregunto de cuántas conversaciones preñadas de alegría y de tristeza ha sido testigo esta. En todas las casas las mesas son muebles especiales. Siempre lo he pensando. Reúnen alegrías de todos, centran reproches, asisten a enfrentamientos, a perdones, a ofensas y a treguas y son testigos mudos de generosidades, de agravios, de amores y desamores. Cuántos secretos podrían revelar las mesas de cualquier casa me digo...
El ordenador abierto, saco los dos ejemplares del contrato, su hermano me ofrece el Poder Notarial de ellos, la anotación del número de la cuenta bancaria beneficiaria de mi transferencia anotada en un papelito —Leemos antes de firmar?— Propongo. Todos leemos. Yo en realidad no leo, hago como que leo para no desentonar pero me sé de memoria lo que dice ese contrato. En el fondo creo que ninguno de ellos lee. Mientras ellos van firmando yo reviso el Poder Notarial. Su hermano firma el primero y cuando se lo pasa a él no cumplo mi promesa. Lo miro y me fijo en cuánto le ha crecido el pelo durante este mes en el que ya no está conmigo. De nuevo, como aquel día que le vi la primera vez, una raya se dibujaba en su pelo —Se habrá pronunciado esa raya solo para fastidiarme porque sabe lo poco que me gusta ese aspecto antiguo que le da? Con lo bien que le sienta el pelo casi rapado!!— Trato de quitar el tonto pensamiento de mi cabeza pero no puedo dejar de mirar aquella raya mientras firma. Los papeles van pasando de mano en mano y cada uno va rubricando sobre su nombre. Sólo el movimiento que hace con el contrato en su mano ofreciéndomelo como para sacarme de mi distracción logra traerme de nuevo a la escena real. Lo apoyo sobre la mesa y rubrico sobre mi nombre mecanografiado y bajo aquella frase en mayúsculas que dice: La parte compradora. El corazón me late en la cabeza. Siento tantas cosas! Reviso las seis páginas del contrato. Compruebo la hora. Son las doce y cinco de la mañana. Todas las firmas en todas las páginas. Listo!
Su hermano se brinda a bajar al chino para hacer fotocopia del Poder Notarial que especifica el contrato. Ya no queda nadie en la salita y él y yo nos quedamos a solas frente a aquella mesa. Ato mis ojos al mantel que la cubre —No, a los ojos, no. Disimula, mira a cualquier parte pero no mires sus ojos porque todo el dolor de estos últimos años vendrá de pronto a tu corazón y no podrás contenerlos. A los ojos no porque esos ojos por los que se te metía el alma hace diez años hoy pertenecen a un extraño— Hablo y no sé qué digo solo hablo para llenar el silencio y de repente escucho —Bueno, por fin es tuyo— La cuerda que ataba mis ojos a la mesa se rompe y sus ojos aparecen ante los míos. Cuatro años casi se proyectan de golpe en aquel segundo. Cierro mis ojos e interiormente se repite en mi cabeza su frase —Bueno, por fin es tuyo— La garganta me arde y un nudo dentro se desata. Maldita sea! Tengo una extrema facilidad para que mis lágrimas salgan sin poder dominarlas cuando mi corazón se embarga de emoción. Siempre ha sido así de modo que en cuanto noto que empieza a ocurrir me levanto precipitadamente secándome los ojos con el dorso de mis manos mientras me encamino al baño. Me permito abrir compuertas un minuto, justo para relajar el nudo de mi garganta.
Cuando vuelvo a la salita su hermano ya ha regresado y grapo la fotocopia que me entrega al contrato. Cierro mi maletín y trato de atemperar mi corazón que se desboca dentro —Vamos, ya está. Unos minutos y ya está. Tranquilízate!— Solo me queda despedirme de ella. Tan chiquita, tan menguada. La dueña de las mimosas de mi jardín. La mejor cocinera que yo he conocido y de la que tanto he aprendido... Me arrodillo frente a su silla para que su cara y la mía estén en el mismo plano y le susurro mis gracias infinitas mientras me llega su mirada aún chispeante a pesar de su edad. Tomo sus manos entre las mías y desgrano mi agradecimiento sincero y profundo mientras ella me sonríe. No sé las veces que pronuncié la palabra gracias el miércoles. Fueron muchas pero seguro que no suficientes. Es tanto lo que este jardín me ha permitido y a partir de ahora me permitirá. Es tanto lo que he aprendido en él y lo que me queda por aprender. Es tanto lo que me inspira el espacio que rodea mi casa... Cómo no agradecerle que por fin, tras casi una vida entera soñando con tener un jardín de verdad pueda ahora disfrutar ya de uno! Cómo no dar las gracias por mis enebros, por mis encinas, por ... las piedras, por mis rosas, por la vida sobre bajo mi tierra e incluso por las malditas mimosas? jejeje
Ya no hago nada allí. Tomo mi maletín y salgo por aquella puerta y al traspasarla me viene al pensamiento con todo detalle la tarde en que entré por primera vez en aquella casa hace cosa de diez años. Aquel día entramos dos. El miércoles él quedó dentro y yo tomé el ascensor sola.
De nuevo en el metro. De nuevo en el tren recorriendo el camino inverso. Ramón y Cajal, Pitis, Pinar, Las Matas, Torrelodones, De nuevo El Escorial, esta vez a mi derecha. De nuevo en mi jardín, ahora sí, mi jardín.
Pero hoy es más mío que ayer? No lo ha sido durante estos casi cuatro años? Yo no lo siento así hoy. Yo no siento que sea más mío ni siento nada distinto a lo que llevo sintiendo todo este tiempo. Y allí, en la plataforma de hormigón me pregunto si siente una madre un hijo de acogida menos intensamente que una adoptiva o la que lo tiene pariendo? No. Un hijo es tu tuyo no porque ningún papel lo diga. Un hijo es tu hijo porque lo amas, porque lo cuidas, porque lo amparas porque lo proteges y porque sufres con su desgracia y te alegras con su bienestar.
Dejo de buscar en mi corazón segura de que no hallaré nada nuevo en esta última mirada sobre él porque no lo cuidaré más a partir de hoy, ni lo gozaré más, ni me dolerá menos, ni mis desvelos serán menores ni mis alegrías mayores a partir de hoy. Esta tarde solo tiene algo diferente y no está en mi corazón, está en mi parte racional. Sí. Sí hay algo distinto esta tarde, algo novedoso, sí tengo hoy por fin algo que nunca había tenido: La certeza, los derechos, la seguridad que te otorgan los documentos firmados. Solo eso o nada más y nada menos que eso. Según se mire. Sin ellos la zozobra de que se muriera si yo no estaba. Con ellos la seguridad de que seguirá vivo mientras yo lo esté. Sin ellos el miedo de morir de pena sin él, con ellos la paz interior de saber que seguiré estando aquí, a su lado. De forma distinta. En número distinto pero estando. No serán cuatro brazos si no dos, los míos, los únicos que lo cuidarán. Pero serán suficientes. Deseo que lo sean. No volveré a conjugar los verbos en plural y tendré que hacerlo exclusivamente en la primera persona del singular. No importa! Las heridas sanarán. El dolor irá mitigándose. La ilusión encontrará de nuevo su camino de retorno hacia mi interior. La esperanza será un buen agarradero y tras este naufragio, cuando la tempestad remita y las aguas vuelvan a la calma, volveré a ponerme en pie, volveré a recomponerme, volveré a sacudirme a zarpazos la tristeza de mi alma y verteré sobre mí una nueva mirada que me obligue a sentir la autoestima que he perdido, dejaré de verme como me veo alguien con bastante poca valía.
El invierno gélido pasará y la próxima primavera nacerán nuevas rosas. La próxima primavera en mi jardín se abrirá la primera flor de un bello Rosa 'Mermaid' y yo volveré a quedarme absorta ante la belleza, como hago siempre y la simple contemplación de sus hermosos estambres me hará feliz. La próxima primavera, cuando todo vuelva a brotar lo miraré y me diré —Tendré que hacerlo porque es cuestión de supervivencia— me diré que soy una estupenda jardinera! Que sé cuidar de esta tierra y que es mi constancia y mi trabajo los que me hacen merecedora de los premios que me otorga, sus rosas, sus escaramujos, sus colores, sus aromas. Aunque sepa que no es cierto, que las rosas no son mis premios si no simples procesos de la Naturaleza. Pero aún sabiendo la explicación racional de todos los procesos será inevitable que siga viéndolos también desde la perspectiva que siempre los veo: los de la pasión y el sentimiento. Solo así siento la jardinería. Ciencia sin corazón no me vale. Corazón sin conocimiento no le valdría a él. Un binomio inseparable.
Me asombra mi capacidad de recuperación, o al menos de hacer el intento de lograrla. Me sorprendo a mí misma sin esperar siquiera al día siguiente. Allí, sin levantarme siquiera del borde de la plataforma de hormigón tomo mi móvil y hago una llamada para encargar siete metros cúbicos de estiércol maduro. Aquella tarde, sin dejar que pasara ni un día, sin más dilación,. Tenía que haberse extendido el mes pasado pero la situación necesitaba que yo centrara todas mis fuerzas en dedicarme a solucionar la parte legal aún a expensas de cierta desatención del jardín. Ya está solucionada, ahora a volver a darle los cuidados que precisa y volviéndolo a atender, tener la sensación de que me atiendo a mí misma.
Hoy domingo de nuevo empiezo a levantar los acolchados y a extender una generosa capa nutritiva, negra y protectora. De nuevo por quinta vez, prepararé mi jardín para que se eche a dormir durante los fríos meses del invierno. De nuevo las raíces de mis árboles guardarán los nutrientes que de sus propias hojas capturaron de nuevo antes de caer. De nuevo mis plantaciones podrán superar este invierno algo mejor con esta protección. Mi jardín dormirá durante unos meses. Los meses que yo necesito para descansar y reponerme de este naufragio. Tras ellos espero, deseo, necesito, que la luz vuelva a salir y que el sol vuelva a calentar mi tierra y mi corazón. Tendrá que ser así para que todo siga vivo, para que en marzo mis odiosas mimosas vuelvan a dibujar una sonrisa en mi cara y vuelvan a robar de mi alma el perdón aunque solo sea durante un mes… Hoy domingo comienzo a cerrar un ciclo, el de la temporada de mi jardín y el de una etapa de mi vida. Los dos nos echamos a dormir y tras el sueño volveremos a brotar. Tiene que ser así, yo buscaré las fuerzas dónde sea. Aunque sea debajo de las piedras!!
Feliz domingo, queridos lectores... ;)
Uff!! Que fuerte me has hecho llorar y todo. Un abrazo Maria
ResponderEliminarSon ciclos o etapas que aparecen en nuestras vidas , un antes y un después...
ResponderEliminarun pasado y un futuro que entre medio está el "ahora".
Por circunstancias ajenas también he tenido un antes y un después relacionados con las salud y doy gracias a mi huerto jardín por la oportunidad que me ha dado para creer en nuevas etapas, ilusiones, proyectos. Simplemente es una nueva situación en la que tu jardín estará más alegre que nunca, más alegre porque tus pensamientos se proyectan echando raíces en él. Saludos
¡Siempré adelante!
ResponderEliminarUn abrazo
Ánimo Maria! Lo estàs haciendo muy bien. Hace 12 años viví tu misma situación y ahora, con el paso de los años puedo afirmar que el proyecto de la casa en la que vivo ahora me hizo seguir adelante. Siempre hay que tener una ilusión, un sueño. Saldrá todo muy bien! Ánimo. Muchos besos!
ResponderEliminarMaría un abrazo muy fuerte y adelante, tu jardín y tus rosas te darán la vida.
ResponderEliminarComo me has emocionado, que tu y tu jardín afronteis el futuro con fuerza. Animo, un beso. Laura
ResponderEliminarCómo?! Que no tienes valía?! Pero tú has visto cómo creas belleza a tu alrededor con tus rosales, plantas, árboles y paisajismo, con lo que escribes, cocinas... Cómo te puedes siquiera plantear eso? Vales un Potosí! Eres única e irrepetible. Te has caído y hecho daño; ahora toca sacudirse el polvo y seguir hacia delante. Te esperan tu gente, Iker, tu jardín y muchas cosas maravillosas que ni imaginas. Ánimo,María!! Y enhorabuena por ese sueño cumplido de ser propietaria de tu paraíso particular :)
ResponderEliminarMucho ánimo María. Descansa, reponte..., la ilusión por tu jardín es maravillosa, llegará la primavera y te traerá muchísima alegría.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Mucho ánimo María. La verdad es que es un relato muy emotivo por las circunstancias, pero también por que entiendo que es un vaciado/avalancha de sentimientos. Como ya te dije por otra vía, contamos contigo, así que cuenta con nosotros. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría eres una valiente. Que la alegría vuelva a florecer en tu jardín. Un gran abrazo.
ResponderEliminarMSol.
María, eres una gran jardinera pero no sé si mejor escritora. Deberías dedicarte a ello, consigues emocionar a la gente y en este relato en concreto tan personal, mucho mas. Bueno tu te LO has dicho todo...se ve que eres una mujer fuerte, valiente y muy valerosa. Tienes muchos arreos, que dicen en mi pueblo, y ese pedazo de tierra que tanto amas, del cual estás convirtiendo en un paraíso, te dará gran parte de la fuerza e ilusión que necesitas. Te deseo lo mejor, y que se aplique, lo que esto último, quede por venir, porque te lo mereces de verdad. Ánimo. Te mando un abrazo muy cariñoso.
ResponderEliminarNo sé ni qué decir, me has emocionado tanto... Te recuperarás y brotarás con más fuerza de la que ya tienes, igual que tu jardín. Un bico enorme.
ResponderEliminarMaría eres una superviviente, todo pasa, recuérdalo. Gracias por tus escritos
ResponderEliminarMaría, me apena que sufras. Ya sabes que el tiempo todo lo cura. Yo pasé por eso,y cuando me decían lo que yo ahora te digo a ti,me parecía imposible.Cómo olvidar y borrar el dolor? Pues si, se puede olvidar aúnque no se quiera, y si ,si que se borra el dolor. A mi me ayudó mucho la literatura,mi hija y cómo no, tambien el jardin. Espero y deseo que tu florezcas y renazcas de nuevo. Un beso querida y generosa María.
ResponderEliminarEres María, no hay duda. La dulce María...
ResponderEliminar;)
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