Vivo a unos sesenta y pico kilómetros de Madrid. Cada vez que voy me agobio más. No es precisamente porque no haya vivido nunca en grandes ciudades y no esté acostumbrada a ellas. Al contrario, creo que más parte de mi vida he residido en grandes núcleos de población que en pueblitos.
Y sin embargo las grandes ciudades se me hacen cada vez más insoportables. El ruido del tráfico, ese transitar de la gente abarrotando las aceras sin mirarse unos a otros, como hormigas trajinando cada uno a lo suyo, cada día me resulta más ajeno a mi forma de ser y a mi necesidad de tranquilidad.
Siempre que estoy en el centro de la ciudad comparo el sonido a mi alrededor con el que tengo en mi jardín, incluso en mi pueblo. Nada que ver. Los frenazos de los coches, el tráfico insoportable, el murmullo de conversaciones que se van mitigando a mi paso según se alejan transeúntes que de nada conozco... El bullicio y el trajín del corazón de una gran ciudad silencia el sonido de los pájaros cuando los hay y oculta bajo un mar de ruido desagradable la preciosa melodía que yo escucho en mi jardín tan sólo con que se levante una pizca de viento!!
Y el olor? Madre mía qué diferencia... En mi jardín huele a resina de los árboles, a las hojas de los enebros, a rosas dulces y perfumadas, a tierra mojada.. y cuando llueve y se moja (porque siempre se moja a pesar de tener caseta), a un perro que me tiene robado el corazón. Huele a fresco por las noches y a madera caliente a mediodía. Allí solo percibo el detestable olor que exhalan los tubos de escape de los coches y tal parece que yo misma termino oliendo a lo mismo después de permanecer en la ciudad muchas horas.
A veces pienso si mi aspecto no evidencia que vivo en un pueblo. Probablemente un observador perspicaz lo notaría. Mi falta de maquillaje; mi ropa sencilla y seguramente algo anticuada, sin duda no en la linea de lo que quiera que sea ahora la última moda que nin lo sé ni me interesa; mi cabello sin la actuación de peluquería que no sea un corte al mes; mis uñas demasiado recortadas para resultar femeninas...y mis manos y antebrazos, tatuados con mil rasguños y marcas conseguidos entre los aguijones de las rosas. Seguramente a poco se fijen en mí sabrían que la mujer que miran no es de ciudad :) Sí, quizás además percibirían mi incomodidad allí porque es posible que cuando te sientes agredido por el medio que te rodea tu cara dibuje el desagrado.
Aún recuerdo mis años de urbanita convencida. Los años de locas carreras ya de noche desde la Facultad hasta la parada del autobús para lograr llegar a tiempo de coger el último. Mis compras que no eran jamás en los pequeños puestos de mercados ambulantes que voy ahora. Mi subir y bajar en ascensores para llegar al precioso piso dónde vivía pero que por muy precioso que fuera no dejaba de ser la celda de una colmena de dimensiones que hoy se me antojan poco humanas...
Pero eso era cuando se me moría cualquier planta que me regalaran y yo estaba convencida de que tenía "algo" en mí que me hacía incompatible con ellas jajajaja Lo que es la vida!! Aseguraba una y otra vez a mis amistades que las plantas y yo éramos incompatibles jajaja Ay...cuanto estaba por llegar!!
Aún recuerdo cuando todavía no había desarrollado sensibilidad alguna ante la Naturaleza y ésta era para mí únicamente aquello que despertaba mi curiosidad y que disfruté de niña chica durante los veranos y lo que rodeaba a mucha distancia la gran ciudad dónde vivía ya siendo una mujer joven. Lo que son las cosas... entonces no me fijaba ni me molestaban los coches, ni el odioso ruido del claxon accionado por conductores llenos de prisas por llegar a donde quiera que fueran.
Quizás porque no sabía qué era levantarse y salir por la puerta de tu casa y escuchar la vida... la vida de pájaros, de insectos, de arboles, la vida que te rodea en un jardín. No sabía qué era usar autobuses cuyos conductores conoces a base de ser siempre los mismos durante años. Ni la grata sensación de volver a ver tras unas semanas de ausencia a una pasajera que suele acompañarte en tu trayecto y a quién aquí sí, te atreves a preguntar si ha estado enferma y ella te cuenta en detalle y tú escuchas como absorta lo que te cuenta con una sonrisa en la boca deleitándote de la oportunidad que tienes ahora de conocer a la gente que te rodea.
En aquella época no sabía nada de la vida de los comerciantes de los establecimientos en los que compraba porque no eran como ahora, personas a las que conozco y que llegan a saber a base de ser clienta habitual tus preferencias y que no me gusta la fruta verde y te ofrecen, cuando hay, deliciosos albaricoques asegurándote que están "en su punto" y agregan tu nombre de pila tras la oferta
—María, llévate unas pocas nectarinas, qué están estupendas esta semana — Qué lujo!!
Quién me hubiera dicho que no solo podía prescindir de todo lo que ofrece una ciudad a diario si no que buscaría mi alejamiento de ella!!
Ya todo es distinto y mis preferencias se han transformado absolutamente. No, ya no se me hace imprescindible estar viviendo en medio de una ciudad. Prefiero el medio rural dónde el entorno no agrede en ningún sentido.
Mi jardín puede oler bien porque todo lo que lo rodea son árboles y montañas. Porque no hay contaminación o hay poca, que seguramente algo habrá... Porque está en un medio natural dónde poca intervención ha tenido el hombre en el paisaje.
Un medio rural tiene medidas alcanzables, medidas humanas... Claro que hay algún vehículo por las calles pero no ensordecen y claro que la gente transita por el centro de la población pero es gente a la que en su mayoría conozco aunque solo sea de vista. Y por supuesto que los sábados por la mañana se oye en el mercado ambulante a los hermanos que llevan el puesto de verdura que abastece mi despensa ofrecer a las clientas los espárragos que esa maana, a decir de ellos, están estupendos. Y el reloj del ayuntamiento marca con su sonido las horas y las terrazas de los bares de la plaza están llenas de mesas dónde ya, con el buen tiempo, la gente toma su cervecita y su reglamentaria tapa. Por supuesto que no está en silencio pero lo que se oye a tu alrededor te permite hablar en un tono normal, sin gritar y puedes entenderte con quién lleves al lado sin pegar voces... qué distinto son los sonidos que me rodean en mi espacio vital!!
No, no soporto la ciudad!! Sé que son necesarias e incluso me ofrecen puntualmente servicios que me resultan imprescindibles como los relacionados ahora con mi salud pero llego siempre a casa con un nivel de saturación que se me antoja insoportable.
Como si quisiera despegarme del olor que traigo sobre mí siempre me voy a dar una vuelta por mi jardín al llegar antes siquiera de entrar en casa. Pasear por él es como ducharse, con el agua clara que al empaparte te limpia y te relaja...
He cerrado los ojos varias veces al bajar hacia el huerto para percibir en detalle el trajín de los pájaros en su lucha por la vida en busca de alimentos entre mis árboles y mis bancales. A mi paso la actividad incesante e incansable de cientos de insectos han sonado en mis oídos como la más hermosa melodía acompañada por el crujir de las ramas de los árboles al moverse y el sonido de mis propios pasos sobre la escasa y amarilla hierba ya que cubre los caminos.
El sol en lo más alto pegaba fuerte y el sustrato de los bancales olía a caliente, a verano casi, a gramíneas secas que lograron librarse de mi limpieza de malas hierbas escondidas entre piedras o tras una mata de rugosas. Al entrar en el huerto una bocanada de aroma a tomateras ha llegado hasta mí... esto sí huele bien!! Me he dicho.
He ido allí a ver si hoy ya estaban en su punto. No hace mucho puse una malla antipájaros en el rincón del huerto dónde cultivo frambuesas, arándanos y grosellas y con la ilusión de que los tordos no se hubieran metido por el único agujero que aún no cubrí porque me quedé sin material he ido en busca de un bocado dulce y jugoso.
Sí, por fin he logrado comerme un puñado de frambuesas y como ya hacía calor, he cortado unas hojas y las he refrescado con el agua de la manguera... Estaban buenas :) Pero sobretodo, allí sentada en el huerto, seguramente sin glamour ninguno, sobre el palet que hace las veces de escalera en tanto no hagamos una de piedra, he vuelto a sentirme en paz mirando mis rosas...pero sí, además, estaban buenas jajajaja
Como te entiendo Maria, eso de vivir en el bullicio lo llevo cada vez peor, menos mal que en donde yo vivo es un barrio la mar de tranquilo y con muchos espacios verdes, pero la ciudad también ofrece muchas cosas buenas, por ejemplo tienes espectáculos de todas clases, buenos restaurantes para ir con los amigos y luego tomar una copa después de cenar y lo mejor de todo es que al día siguiente sabes que vas a poder disfrutar de un espacio tranquilo donde poder pasear sin aglomeraciones
ResponderEliminarLas frambuesas tienen una pinta estupenda jajaja
ResponderEliminarSi os venís a comer el fin de semana que viene aún puedes probarlas. No es que haya muchas porque los arbustos aún no tienen la madurez para dar buenas cosechas pero probarlas las probáis. Hace una paellita con fogata y una buena sangría fresquita? Díselo a Juan a ver cómo le viene, anda.
EliminarTe llamo luego y te cuento. Ok
EliminarComo te entiendo, a mi me pasa igual, cuando voy al pueblo es una liberación, entre los animales y plantas, y a ver si logro este año frambuesitas jejejej, el año pasaso fueron moras, y vaya diferencia con las que venden,que pocas veces no estan mohosas, a pesar del precio, esas son enormes, q variedad cultivas?.
ResponderEliminarSomos unos pueblerinos ajajajja A muncha honra!! Pues lo cierto es que no te puedo asegurar qué variedad es. Te explico. Se me murieron por el calor un par de matas y cambié de posición las que tenía plantadas, total que me hice un lío y ahora no sé cual es cual. Yo diría que es Rubus idaeus 'Heritage' o Rubus idaeus 'Autumn Bliss'. Una de las dos es, seguro. Tengo otras que compré más tarde y no vienen con la variedad. Lo habitual es esto, que solo diga frambuesa
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EliminarTe entiendo bien. Mis hijos dicen de mí ahora "eres una mujer de pueblo de mediana edad" y yo lo tomo como un cumplido y me alegro de serlo. Pues, bendito "pueblo" y bendita "mediana edad", vivo ahora una etapa maravillosa de mi vida.
ResponderEliminarUn beso fuerte, jardinera.
jajaja Lola, la mía directamente me dice que soy "rural" y sospecho que no es ningún halago jaajaja Ella es absolutamente urbanita.
EliminarEn cuanto a la variedad de frambuesa, podría ser la Versailles que es una variedad autofértil y remontante. Ya digo, "podría ser", pues no aprecio bien el tamaño y el grosor.
ResponderEliminarOtro beso.
Vaya creí que había respondido a este comentario y ahora veo que ha desaparecido. En fin, repito. Lola, no es la variedad que dices porque yo esa nunca la he comprado. Es una de las dos que comento más arriba. Lo que no sé es de cual de las dos se trata.
EliminarAquí esta otra pueblerina y muy feliz de serlo. Hoy estuve cogiendo moras con una amiga de la ciudad y le encantan. Mis frambuesas las estoy juntando para hacer mermelada ( las congelo ) Muchos besos.
ResponderEliminarMi cosecha es tan exigua que no creo que llegara a tener suficiente para hacer mermelada. Espero que durante este verano/otoño broten rama suficientes para aumentar la recolección de la próxima temporada. Besos para ti también, Teresa.
EliminarQue bonito María, que bonito. Y que razón tienes. A veces yo también me siento así aunque reconozco que de vez en cuando necesito bajar a la ciudad y simplemente ver gente. Un saludo, Mª Carmen
ResponderEliminarEso es, tal como lo dices..."de vez en cuando" una cena, un buena sesión de cine o una copa en una terraza bonita...pero sabiendo que en breve una volverá a la tranquilidad de su casa y su jardín. Verdad? :)
EliminarQué ricas, María. A mi me encantan recogerlas en el bosque, cuando voy al pueblecito de Teruel donde veraneo.
ResponderEliminarNo tengo la suerte de haber visto nunca en los bosques que rodean la zona dónde vivo. Deben estar buenísimas. Un beso, Mónica.
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