A primeros de junio del año pasado, con los frutos de mi Prunus armeniaca (Albaricoquero) hice unos cuantos tarros de mermelada. Creí que sería su última temporada porque es un arbolito frutal que está ya muy viejo y ha sufrido muchos años de descuido.
Pero no, hoy se han abierto de nuevo sus flores y aunque lucen sobre una estructura no todo lo airosa que yo quisiera, hay plantas en mi jardín a las que casi les perdono todo. Quizás no son los ejemplares más hermosos que uno pueda soñar pero teniendo en cuenta las vicisitudes por las que han pasado algunas de ellas, despiertan en mi una gran benevolencia con sus "fallos". Este albaricoquero es una de ellas.
Los años de malas podas (por llamar de alguna forma a los cortes salvajes que ha padecido), la falta de riego, el inexistente aporte de nutrientes al suelo... todo ha contribuido a que este pequeño arbolillo, ya de por sí con muchos años encima no haya llegado a este momento de su vida, quizás el final, en demasiadas buenas condiciones. Pero ahí sigue! Como un campeón!! A distancia, desde el huerto, la blancura de su floración ha llamado mi atención. Sus hermosas flores salpican destellos blancos a lo larga de sus tortuosas ramas aún desnudas de hojas. Qué lindas me parecen estas florecitas... con esos dorados estambres que tal parecen flotar sobre los pétalos.
Sus capullos rechonchos abrigados por sépalos de un brillante color carmesí lucen hoy como un ikebana en mi jardín y bien merece un respeto el tesón con el que se agarra a la vida y aunque que no sea el más hermoso de los frutales sigue siendo un viejecito ya con demasiado vivido encima para demasiadas exigencias. Un año más...Ya es bastante!! :)
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