Ya se ha puesto el sol hace rato. Al oeste, tras las arizónicas, se ha ido y en su huida ha estirado con él de una manta de colores que todo lo cubría mientras estuvo en lo alto. En su recorrido hacia las montañas de Ávila veo el extremo de esa manta todavía sobre la tierra lejana y la imagino alejándose con el sol y dejando aparecer tras de sí la gama de grises, azules y algún punto blanco casi incandescente.