La belleza de lo sencillo y humilde: Cymbalaria muralis (Ruinas de Roma)

No constituirá nunca una planta de gran impacto visual. Sin duda. Se trata de un pequeña tapizante sencilla y humilde pero para mí de una gran belleza.
La pedí a un vivero holandés en septiembre del año pasado pero entre la caída que me tuvo meses en una silla de ruedas y que llegó tan perjudicada por tantos días de transporte, preferí traspasarla a un tiesto un poco más amplio con sustrato muy mullido y que aguantara bien la humedad y ver qué tal se iba desarrollando.
Esta vivaz perteneciente a la familia de las Plantagináceas, al menos en mi jardín es una trepadora o rastrera según se mire, que conserva la hoja en invierno. He visto en algún lugar que la describen como caducifolia, quizás se comporte así en climas más fríos que el mío.

Dejé los dos ejemplares junto a la fachada norte de la casa, en el jardín trasero. Un lugar que no le venía demasiado bien porque esta zona del jardín es bastante fría y cuando hace viento le da de duro pero la zona cercana a la casa era la única a la que yo he tenido acceso durante mucho tiempo debido a mi movilidad limitada y por tanto era en la que podría vigilar como iba evolucionando y regarla si llegaba el caso.
De cara al invierno no las tenía todas conmigo porque en algunos sitio leí que no era del todo resistente a las heladas aunque en todas las páginas que la tenían a la venta afirmaban lo contrario.
Lo cierto es que ha superado las heladas sin muchas alharacas, todo hay que decirlo. Eso sí, no ha llegado a perder la hoja y tan pronto se han suavizado las temperaturas ha dicho a crecer y está poniéndose muy bonita.
Hace días que llevo pensando qué dos lugares del jardín pudieran ser adecuados para que crezca esta plantita de sencilla belleza. 
No es fácil en mi jardín por los veranos tan tórridos que tengo. Cymbalaria muralis no quiere sol. Al menos el sol que hay en mi jardín. En climas como el mío necesita sombra o todo lo más una luz muy moteada y eso en horas que no sean las centrales del día. Tiene una especial predilección para desarrollarse sobre las piedras viejas, de hecho de ahí viene uno de los múltiples nombres comunes por los que se la conoce, Ruinas de Roma. También es conocida como Hierba de los campanarios, Picardía o Palomilla.
Crece bien entre las piedras de muros viejos o en el rincón sombreado de una rocalla. Y si el lugar es fresco y sombreado, mejor que mejor.

Ya digo, después de darle vueltas he elegido este rincón de muros secos de piedras viejas y dónde tras consultar mis fotografías "de sombras" (Fotos tomadas en el solsticio de verano de todos los rincones del jardín  a distintas horas del día) he podido comprobar que mi memoria no me fallaba. Si recibe algún sol directo es el de la mañana y eso muy tamizado por la vegetación de encinas y mimosas. Así que en cuánto a iluminación el lugar elegido era correcto. La pista para encontrar un lugar suficientemente húmedo me lo han dado las propias piedras del muro que llevan ahí una eternidad acumulando musgo y líquenes. Está claro que si en verano conservan el musgo es porque no reciben el sol directo.
Las heladas de mi jardín no es que lleguen habitualmente a valores muy bajos pero sí es cierto que de forma puntual pueden descender bastante. Así que prefería encontrar un lugar algo protegido de las heladas o al menos dónde no llegaran las temperaturas a los valores más bajos. Las copas de los árboles y el hecho de que se trata de un rincón resguardado del viento,  pienso que permitirán que esta planta crezca bajo su cobijo y será difícil que se congele durante el frío invierno.
Y una vez decidido el lugar la cosa era fácil. Retirar una o dos piedras de menor tamaño para tener acceso a la oquedad tras el muro.

Me interesaba que el suelo que rodeará las raíces estuviera bien húmedo para facilitar el arraigo. Así que he dejado funcionar la manguera muy suavemente durante un momento tras haber regado la zona por arriba y esperar a que bajara el agua.
Por si alguien desea cultivarla sobre algún muro de piedra y teme por el daño que puedan originar sus raíces diré que en absoluto va a dañarlo. Las raíces de Cymbalaria muralis son muy finas y no se extienden hacia la profundidad. Simplemente va enraizando sus propias ramillas llenas de preciosas hojas brillantes y lobuladas y puede llegar a ocupar unos 30/40 cm alcanzando poco más de los 10/15 de altura.
He retirado parte del suelo viejo para poder meter en su lugar sustrato (mojado previamente) muy poco compacto y que conservara muy bien la humedad.
Y ya sólo he precisado retirar la planta del contenedor (regado previamente, claro!!) y antes de tratar de introducirla en el hueco entre las piedras, apretar con sumo cuidado su cepellón (para no dañar las pequeñas y delicadas raicillas) y depositarla en su lugar. Apenas un poco más de sustrato dónde he visto que faltaba y de nuevo he colocado la piedra que retiré al inicio de la plantación.
Y ya está!! Aquí está esta lindura con sus preciosas florecillas en forma de corola de interior blanco y zona externa en tonos malvas y con la garganta amarillo brillante. No es hermosa? A mí me lo parece. Me hace sonreír. Tan chiquita, tan sencilla...Ahora es un ejemplar que no dice mucho pero espero que durante esta primavera ya vaya ocupando su lugar. Quiero pensar que sí.


Qué diminutas llegan a ser las florecillas. No creo que superen el cm de diámetro y sin embargo son tan adorables!!
Y como todo lo humilde y sencillo, se encarga de "buscarse la vida", es decir, va buscando  pequeñas grietas entre las rocas para depositar allí sus semillas. Este fenómeno se llama "geoautocoria" Por lo visto, los pedúnculos de los frutos crecen y se alargan buscando lugares, generalmente grietas en las rocas que sean adecuadas para la germinación de sus propias semillas. A partir de que encuentra un sitio que considera idóneo se queda ahí y el fruto con el tiempo madura, llega a abrirse y a depositar la semilla de su interior en el lugar elegido. Qué apañada ella. Verdad? :-)
Sí, me gusta esta plantita!! A ver si soy capaz de, con el tiempo, ir sacando partes de ella y poniéndolas en otros muros. 



El viento en el jardín. Efectos en las plantas y sistemas para proteger el jardín de él.

Llevamos unos días en los que el viento sopla con intensidad. Hemos llegado a superar los 40 km por hora en mi zona.

Los sonidos que se producen en el jardín en estas condiciones me impresionan. Mi jardín como sabéis tiene grandes enebros cuyas copas están formadas por ramas de una gran flexibilidad. El sonido que producen al moverse es perturbador. La madera de los troncos cruje y una teme que llegue a romperse alguna rama. Pero es bajo los dos grandes pinos dónde más impresionante es el sonido cuando el viento llega a estas velocidades. La pinaza cae por todas partes y ves como llegan al suelo pequeñas ramas rotas y piñas que se desprenden de las copas. 

Es un ruido tan fuerte el de la madera al doblarse mientras el viento se abre paso entre las ramas soplando con fuerza!! Las copas de los árboles bailan enloquecidas al son que tocan rachas cuya furia castiga sin piedad la vegetación, el suelo, las instalaciones y hasta hace huir a los pobres pájaros.

Lo cierto es que me da cierto miedo permanecer mucho tiempo bajo sus copas. Siempre pienso que puede desprenderse una gran rama y me recojo en casa. No es la primera vez que su fuerza llega a romper grandes ramas de algunos árboles.
 
Pero ni desde dentro de casa se deja de escuchar la gran orquesta que está sonando en el jardín. Son muchos árboles moviéndose al unísono y ello produce un sonido que llega a inquietarme. Por unos segundos parece que ya está, que todo acabó y que llegó la calma. Sabes que no, que de un momento a otro el silencio que se establece se romperá.
Y así es, de repente todo comienza de nuevo. De nuevo se oyen los silbidos que suben de intensidad y todo el aire se llena con mil ruidos, mil crujidos... el azote del viento que parece enfurecido golpea árboles y arbustos y se lleva consigo el agua del suelo y de las hojas. Y sube, y sube la intensidad de todo, tanto que parece que algo va a ocurrir. Ves los remolinos de hojas elevarse del suelo o recorrer gran distancia y algunas en grupo, terminan agazapadas bajo las ramas más bajas de algunos arbustos; muchos árboles "dóciles" se doblegan ante su fuerza tumbando sus copas hacia el suelo en una dirección y al segundo siguiente en dirección contraria y otros aguantan a duras penas su envites con más altivez, sin tanta flexibilidad, como las encinas, pero produciendo en la resistencia lo que parecen quejidos. Silbidos entre las ramas; el rechinar de los portones te hace pensar que menos mal que eres previsora e hiciste buenos huecos con hormigón armado para sostenerlos; ves los arbustos aún jóvenes doblarse más y más y te preguntas si sus ramas aguantarán la presión. La antena de la televisión se mueve peligrosamente sobre el tejado y el aleteo del faldón de los toldos de algunas casas cercanas llega hasta ti y piensas que seguramente llegarán a rasgarse. Por crujir, cruje hasta las piezas de los canalones. 
Los almendros y algunos prunus con una floración que lleva un año esperando producirse se esfuma en unos minutos y el suelo a sus pies en poco rato se inunda de pétalos blancos; pequeñas ramillas con flores de mimosas salpican los caminos y los arriates.

Desesperada miras los rosales y compruebas como sus hojas tiernas, recién brotadas, empiezan a erosionarse y se rasgan con sus propias espinas al moverse enloquecidas en los mil vaivenes que provoca ese látigo invisible que es el viento.

Los nuevos brotes están demasiado tiernos para aguantar la fuerza del viento y llegan a romperse algunas de sus ramas.

Todo envuelto en sonido, un sonido que casi ensordece y ni tu propio transitar por el jardín escuchas. Un sonido que yo no calificaría de música porque esta la asocio con algo que me da paz y el viento tan fuerte no me la da, al contrario, me inquieta, me perturba. Parece un mar bravo con olas invisibles pero tan fiero y tan fuerte como aquel. No estoy segura de si me gusta o mejor, me gustaría más si no fuera por la sensación de pequeñez que siento en el jardín cuando todo esto ocurre y me hace consciente de que ante la fuerza de la Naturaleza poco se puede hacer. Por una vez mis odiadas arizónicas siento que me protegen. Que protegen el jardín y que de no tener en dos de sus laterales esa gran frontera que criba al enemigo, el jardín estaría mucho más desprotegido. Son barreras que frenan pero no evitan porque un viento con poderío no hay quien lo pare del todo. Si acaso hacerle perder fuerza...
Temo por la integridad de todo, de árboles, de los arcos de madera, hasta de las tejas del tejado.. y te dices que no, que nada de poner arquitos de tres al cuarto de esos que venden para jardines de juguete. Lo que se pone en el jardín tiene que estar sólidamente anclado si no quieres verlo desaparecer y terminar a cincuenta metros cuesta abajo empotrado contra cualquier cosa. En días así tienes claro que lo que se instala en un jardín grande tiene que ser fuerte y estar preparado para estas situaciones.
Sí, me da cierto miedo. Veo como las copas de los enebros son movidas a su antojo por las rachas de viento y la fuerza de la Naturaleza siempre me parece imponente y ante ella tengo claro que llevo las de perder. No. No me gusta el viento fuerte. Me sobrecoge...
En días como estos al mirar sufro porque soy consciente de la erosión que, cuando adquiere tan altas velocidades, el viento está produciendo sobre el suelo y sobre las plantas. No niego la belleza que tiene su poder y el movimiento que establece en un jardín pero cuando asisto a su presencia no puedo quitarme de la cabeza el daño que está produciendo en el jardín. Quizás por eso no me abandono a su contemplación con placer y sólo puedo pensar en los perjuicios que está originando.
Al remover y producirse la mezcla de las capas de aire da lugar a que se produzca una disminución en los gradientes de la humedad, la concentración de CO2 y la temperatura que hay entre la capa de aire más cercana a las plantaciones y las capas más alejadas. Esto afecta directamente sobre el suministro de CO2, la distribución de las temperaturas y la transpiración.
Indudablemente el viento, cuando es suave, produce efectos positivos sobre el jardínPor ejemplo baja las temperaturas y ésto, en jardines como el mío, tórridos en verano, no cabe duda de que refresca las plantaciones y el sufrimiento de las plantas es menor.
En invierno, si hace viento, las heladas de irradiación es más difícil que se produzcan ya que mezcla las capas superiores de aire que son más cálidas con las inferiores que están a más bajas temperaturas.
No podemos olvidar igualmente que el transporte de polen se hace imprescindible para muchas especies (anemófilas) y que sin él no sería posible su polinizacion.
En algunas ocasiones concretas, como cuando se produce una gran humedad, un viento suave posterior, al desecar las superficies vegetales y por tanto provocando unas condiciones desfavorables, puede impedir o al menos disminuir la germinación de algunas esporas e incluso pueden erradicar algunas plagas de insectos al impedir su vuelo.
Pero lo cierto es que son más los efectos negativos que los positivos cuando el viento sopla con fuerza. Claro, todo depende de su velocidad. Y sus efectos negativos sobre el jardín están en proporción directa a ella. Son muchos los daños que puede producir en nuestro espacio verde.
Los más evidentes son los daños de tipo mecánico. Frutos y hojas heridas hasta caída de los mismos si aumenta su intensidad pudiendo provocar incluso la rotura de grandes ramas.
Esto en árboles y plantaciones leñosas, en herbáceas puede dar lugar al encamado de sus tallos al tumbarse sobre el suelo produciendo dobleces en ellos de las que no siempre se recuperan.
El aumento de la evapotranspiración es otro efecto que puede llegar a ser muy negativo. Las capas de aire que tocan las hojas suelen tener mayor humedad pero el viento provoca que estén en constante movimiento y al mezclarse con las más secas que están más alejadas, provoca un aumento de la evapotranspiración con el estrés hídrico que ello supone para la planta.
De ahí que sea tan de suma importancia el mantener el terreno húmedo del jardín cuando se están produciendo fuertes vientos. Las plantas se ven obligadas a gastar más agua por el efecto del viento sobre las hojas y el suelo se ve afectado por una gran desecación producto de la evaporación del agua que contiene por efecto del viento.

Incluso llega a producir alteraciones morfológicas en plantas sometidas de forma más o menos constante al viento. Más en árboles que en plantas de menor altura porque el viento aumenta su velocidad según nos elevamos en la atmósfera y por tanto son los árboles los más afectados, siendo menos su influencia en plantas más a nivel del suelo. Fijémonos en la altura de árboles costeros, pocas veces son altos.
El viento además transporta pequeñas partículas del propio suelo que ejercer una tremenda abrasión sobre el follaje pudiendo llegar a causar graves daños en cortezas y sobretodo sobre los brotes tiernos de las plantas. En este caso, este fenómeno se da con mayor intensidad más al ras del suelo, menos en altura.
Pero además los perjuicios de unas horas de gran viento sobre los árboles en flor son graves. Máxime si se trata de frutales con las pérdidas económicas que ello ocasiones.
Además de la pérdida de flores (y por tanto de frutos en potencia), el viento deseca estilos y estigmas de las flores que permanecen en los árboles y actúa negativamente sobre la germinación por parte del polen dificultando a la vez la polinización entomófila (mediante insectos) ya que dificulta el vuelo de abejas y demás insectos.
Qué duda cabe que el viento ayuda a diseminar esporas y plagas y por tanto flaco favor hace al jardín cuando ello ocurre.
Pero además es que incluso pone las cosas difíciles al jardinero al impedirnos actuar contra estas enfermedades  y plagas. Todos sabemos que en días ventosos no podemos cargar la mochila a la espalda y que los tratamientos deberemos aplazarlos hasta que el viento se calme.
Pero el mayor daño que el viento produce en un jardín es la desecación de plantas y suelo
Los intercambios de agua entre la atmósfera y las hojas se hacen mediante unas pequeñas aberturas existentes sobre ellas, los estomas. El viento soplando sobre ellos provoca un aumento de la pérdida de agua al aumentar la transpiración.
De igual forma actúa sobre la primera capa del suelo. Precisamente son los primeros centímetros los más ricos en vida que se ve resecada mediante la acción del viento erosionándose y perdiendo humedad.
Como decimos, el riego y la protección del suelo mediante generosas capas de acolchado son el único paliativo que el jardinero podemos utilizar.
Pero además, el viento llega a tener consecuencias menos visibles sobre el jardín pero no por ella menos graves. Se trata del movimiento al se ven sometidas las raíces. El pan de tierra que rodea las raíces de las plantas llega a ceder obligado por el movimiento al que es sometido la planta. El arraigo de árboles y arbustos recién plantados puede ponerse en riesgo si el viento dura demasiado.
Una planta tambaleada de un lado a otro llega a resentirse en la base del tallo y crea con relación al suelo que lo circunda un espacio en el que se puede acumular el agua y llegar a congelarse si estamos en época de heladas.
De ahí que sea importante instalar tutores fuertes y bien anclados en el momento de la plantación. Serán un sistema para evitar de alguna manera el movimiento de las raíces y del suelo que las rodea evitando así roturas de pequeñas raicillas o que incluso lleguen a desarraigarse o tumbarse plantaciones recientes.

Y por supuesto una de las peores consecuencias que puede tener el viento en nuestro jardín es el llegar a tronchar ramas enteras de árboles cuando no tumbar el ejemplar completamente arrancando de cuajo sus raíces.
No quiero olvidar el mencionar la importancia que el viento tiene (o debería tener) en el diseño del jardín. Conocer nuestro jardín, saber de dónde soplan los vientos dominantes, establecer los puntos o las plantaciones más vulnerables a su acción, estableciendo setos y plantas que se interponga a modo de barreras entre el viento y el jardín menguando su fuerza, es de suma importancia.
Los setos (sean libres o formales podados  con formas geométricas) constituyen un elemento imprescindible en un jardín.
Como he dicho muchas veces odio mis arizónicas. Parece que me persiguen ajajjaja En el otro jardincillo que cuidaba también tenía como vecino a otro "amante" de estos monstruos a los que además de costarme mucho encontrarles belleza alguna es que para mí son una gran plaga. Y digo esto porque al lado de las arizónicas pocas son las plantas que pueden prosperar. Sus raíces inundan cualquier terreno en el que detecten agua y crecen dirigiéndose hacia la humedad rodeando las plantaciones dificultando, cuando no impidiendo, que las plantas tomen ni alimento ni agua del suelo
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De haber estado en disposición económica habría eliminado las arizónicas de mi jardín. No todas porque hay un flanco que crecen en el jardín del vecino y lógicamente estas no podrán eliminarse sin su consentimiento pero sin duda las mías, tarde o temprano, desaparecerán del jardín.
Pero claro, no es tan fácil. Primero porque si talas a ras del suelo una arizónica como las mías que se han convertido en verdaderos árboles con troncos de un grosor muy importante, dejamos en el suelo todo el sistema radicular inundándolo. Lo cual deja invalidado el suelo adyacente para plantar nuevas especies.  
Así que no sólo hay que cortar la parte aérea de las arizónicas, hay también que extraer del terreno tocones y raíces y siendo así estamos hablando de contratar maquinaria porque si son muchos metros como en mi caso el trabajo a mano es impensable.
Pero además, suele haber otro problema con estas odiosas plantas. Y es el hecho de que cuando llevan muchos años plantadas demasiado cerca de muros y paredes, llegan a romper sus cimientos con lo que generalmente invalidan los muros del jardín sobre los que crecen provocando incluso no sólo su inclinación si no también la de mochetas sobre las que están instaladas las puertas de acceso. Ese es mi caso. El pequeño murete que separa mi jardín de la calle está completamente tumbado. Tanto que de no ser por las propias arizónicas, la valla metálica que se instaló sobre él, se habría caído.
Podéis entender fácilmente que estamos hablando de un trabajo que hay que pensar mucho antes de afrontarlo. Pero no únicamente porque sea costoso al conllevar tala, extracción de raíces y tocones y reconstrucción de todo el muro. Es que si se decide realizar ese proyecto hay que tener muy bien pensado con que se va a sustituir las arizónicas. Dejar todo un lateral de un jardín sin planta alguna en su frontera expuesto a los vientos dominantes, es dejarlo desprotegido.
Por eso el día que pueda y decida afrontar este trabajo tendrá que ser cuando tenga muy claro qué especies van a tomar el relevo de hacer de parapeto frente al viento (y para preservar mi intimidad, claro está, que también es un factor para mí muy importante). Porque desde luego no se me ocurrirá dejar el jardín desprotegido del viento.
En todo caso estudiar el espacio previamente al diseño del jardín resulta conveniente precisamente para que el proyecto incluya barreras protectoras convenientes  a la frecuencia, temperatura y velocidad con la que el viento haga presencia en nuestro jardín.
En la mayoría de jardines, la valla delimitadora de su perímetro, el muro o seto que lo bordea será suficiente protección. Pero si el jardín es pequeño quizás no haya espacio para un seto pero sí para una alambrada o valla cubierta de plantas que podría ser muy bien la solución.
La elección dependerá del espacio que dispongamos en el jardín. Un seto informar ocupa del orden de 2 metros a cada lado del jardín para desarrollarse convenientemente. Es quizás mucho espacio a restar de un jardín pequeño. Sin duda el gusto personal del jardinero determinará también la elección. Yo me decanto claramente por un seto informal en el estilo de mi jardín aunque me parecen precioso un seto de tejo o cedro en jardines con estilos más clásicos que el mío.


Por el contrario un seto formal (recortado) tiene la ventaja de ocupr menos espacio pero la contrapartida de que rara vez, al tenerse que podar varias veces al año a veces, llegan a florecer pero sin duda es un buen cortaviento.
En el caso de setos formales hay que recordar deben ser podados en su parte superior con una ligera pendiente para que así la nieve y el agua no se acumule en esta zona y llegue a aumentar tanto el peso que los deteriore.
He leído que un seto de dos metros hace decrecer la fuerza del viento en 10/20 veces su altura. Es decir, que un seto de esta altura nos disminuirá la fuerza con la que sopla el viento en los siguientes 20/40 metros de jardín situados por delante de él.
Y aquí deberíamos hacer una aclaración en el sentido contrario de lo que solemos creer: un muro sólido, impermeable al viento, no constituye la mejor protección contra el viento. Todo lo contrario!! Un muro sólido de piedra por ejemplo, puede provocar la creación de peligrosos remolinos y hace que todas las hojas y material de escombro vayan a acumularse a sus pies.
Lo más efectivo como protección contra los efectos del viento son los setos ya que no impiden del todo el paso del viento pero le resta velocidad, lo filtran e impiden que el aire helado entre en el jardín.  Los muros, si llegan a construirse no deberían ser del todo opacos, mejor con orificios que permitan pasar parte del viento mitigando en su velocidad. 
Las barreras más eficaces son las permeables en un 50% y que logran romper la fuerza con la que sopla el viento sin crear el problema de turbulencias y remolinos. 
Una celosía podría funcionar muy bien a estos efectos ya que deja pasar entre sus huecos una buena parte y sin duda será más improbable que el viento llegue a tumbarla si la comparamos con una valla sin espacios entre sus tableros. 
Pero la protección no se limita únicamente a los setos en las zonas periféricas del jardín. Especialmente en jardines grandes, la instalación de otros elementos protectores puede hacerse precisa para resguardar ciertos rincones como por ejemplo las zonas de reunión familiares o determinados rincones que estén especialmente expuestos al viento.
En esos casos la creación de pantallas vegetales, muretes, muros secos de más o menos altura, pérgolas o vallas en la zona interna del jardín pueden resultar además de muy útiles como protectoras, constituir elementos que lo hagan más hermosos aún.
Y por último, quisiera hablar de otro aspecto que también es preventivo contra el viento. Se trata del estudio de las ubicaciones que damos a las plantas. Esto requiere, claro, conocer bien el jardín. Saber dónde sopla más o menos el viento, qué zonas son más o menos frías y más o menos expuestas. De ello dependerá muchas veces la resistencia de una planta en nuestro jardín.
En ocasiones observo por la mañana muy temprano mi jardín y compruebo  que tiene zonas radicalmente distintas, tan distintas que disfrutan de temperaturas que varían en varios grados y cuyas condicione de cultivo varían considerablemente de unas a otras. 
La zona frente a la casa, exenta de arbolado y muy amplia, es de las más expuestas. Es lógico, se trata de la parte más alta del jardín y aunque afortunadamente cuenta con las arizónicas que lo protegen un poco, tiene demasiada amplitud para no verse resentido. En invierno, cuando las sombras de las arizonicas proyectan sus sombras sobre esta zona, las heladas persisten en el suelo buena parte del día.

 
Igual o peor porque el aire frío se acumula en la parte baja del centro del jardín. Allí la hierba está crujiente en ocasiones todo el día. 
Sin embargo, en el jardín secreto bajo por dos enormes pinos la vegetación que cubre los arriates y que rodean los bancos de piedra crecen mucho menos perturbadas por el viento y el frío. Aunque en días como estos en los que excepcionalmente sopla del este lógicamente se ve afectado.



; la zona de los setos, especialmente el seto norte, soleado y protegido por encinas, olmos y almendros y resguardado del viento del oeste por la caseta de madera, rara vez se ve cubierto el acolchado por el hielo.


El jardín trasero es un embudo para el viento. Es un espacio largo y estrecho entre la valla cubierta de hiedra que es la divisoria con la parcela de al lado y la fachada de la casa. Casi siempre sopla el viento del oeste y se adentra tomando fuerza recorriendo todo su largo paralelo a la fachada de la casa. 


De hecho por esta razón, para proteger un poco esta zona del jardín ubicamos allí un portón de madera con dos celosías a ambos lados cortando el espacio. Cuando crezca la vegetación la fuerza del viento bajará y la zona será más agradable de recorrer.

En realidad, deberíamos tener más presente en qué zonas del jardín plantamos nuestras plantas y no sólo hacerlo por factores estéticos. Una planta no demasiado resistente a las heladas soportará algo mejor el frío si está orientada hacia el oeste. Plantarla hacia el este hace que los rayos de la primera hora de la mañana la descongele demasiado deprisa aumentando con ello el riesgo de daños.
Las edificaciones también conforman microclimas. Las zonas próximas a la propia casa, un invernadero o un cobertizo, son lugares hasta cierto punto protegidos de vientos y bajas temperaturas. De una parte lógicamente forman barreras frente al viento y de la otra, los materiales con los que están construidos absorben el calor por el día y lo liberan lentamente al atardecer protegiendo así las plantas próximas.
Sin duda la altitud de cada zona y su exposición distinta al viento, la existencia de edificaciones, casetas, estructuras, cubiertas de vegetación...permite que en un mismo jardín haya varios microclimas. La ubicación de una misma especie en una u otra zona del mismo determina frecuentemente sus posibilidades de prosperar en él.
En fin, como vemos siempre, un jardín es un todo relacionado y nunca debemos considerarlo como elementos aislados. Un todo en el que cada parte influye sobre las demás y dónde hay que considerar múltiples factores que son los que intervienen a la hora de conformarlo.
Que tengáis una buena tarde, amigos. A ver si mañana deja de soplar este viento inquietante y el jardín por fin reposa en paz... :-)

Cómo hacer un soporte rústico para rosales trepadores (Por 13 euros)

Existen cientos de modelos de soportes o enrejados para hacer crecer sobre ellos rosales o cualquier otra planta trepadora.
Este año he pedido bastantes ramblers y mi idea no es que todos se desarrollen sobre los muros y valla divisorias. Quiero que algunos de ellos crezcan más o menos verticalmente sin apoyarse en los muros. Para ello preciso de algún tipo de soporte que impida que las ramas terminen tumbadas en el suelo. 
Como son varios los que quiero poner he tratado de hacer algo muy simple, muy sencillo...

Tengo otros obeliscos de diseño mucho más delicado pero que aunque son muy bonitos tienen el inconveniente de la dificultad del anclaje al suelo. Son más bien para zonas con suelo firme y que no estén expuesta al viento. 
Así que pienso que para las zonas del jardín dónde los voy a ubicar y sobretodo para el tipo de rosal que van a tener que soportar este tipo de soporte rústico es mucho más adecuado.
Un obelisco de estilo clásico puede ser francamente caro y si se tiene la destreza de hacérselo uno mismo lo cierto es que debemos saber que tampoco son baratos los materiales que precisaremos para hacerlos y por supuesto que serán muchas, muchas horas las que nos llevará su construcción además de ser imprescindible ciertas herramientas que no en todas las casas se tienen.
En esta ocasión quería algo muy rústico, muy sencillo. Algo cuya construcción no llevara varias jornadas. En realidad el desarrollo de los ramblers hará que en poco tiempo apenas se lleguen a ver los postes de madera ocultos entre su gran número de tallos.
Compré los materiales para dos hasta ver cómo me quedaban y creo que sí, que son muy fáciles de hacer, muy baratos pero sobretodo son muy, muy sólidos. Eso es fundamental. Un rosal rambler no suele ser un pequeño rosal. Son plantas que llegan a tener un peso importante y por tanto el soporte dónde iremos conduciendo sus ramas debe ser sólido y no presentar problemas de estabilidad.
Os muestro cómo se ha hecho este modelo. Si queréis empezamos por los materiales y el importe que han tenido todos ellos. La verdad es que creo que no han salido nada caros. Sí, se pueden hacer más para ir poniéndolos por el jardín. 
Veamos qué materiales hemos utilizado:
3 postes de sección redonda de 5 cm de sección y 200 cm de largo (4 euros cada uno) Con uno de sus extremos en punta para facilitar el clavado en el suelo del jardín. Total del importe de los tres, 12 €
5 metros de Cuerda cableada sisal cuatro cabos 6 mm (6,80 € el rollo de 25 metros) 1,36 €
El Lasur que he usado para proteger la madera es de un bote grande que tenía abierto, no puedo calcular el importe jajaja pero vamos, serían unos céntimos.
Por cierto, el rollo de alambre no he llegado a usarlo porque aunque pensé unir los postes con él luego me he decidido por hacerlo con una brida.

Es decir, que el gasto por soporte ha ascendido a 13,36 euros. Realmente barato. O no?
Y el tiempo? Pues de no haber tenida muy limitada mi movilidad habría tardado menos pero vamos, esta mañana me han puesto los postes sobre una mesa, me han acercado todos los materiales y herramientas precisas y he dado una manita de lasur que con el viento que hacía se ha secado casi de inmediato. Tras esperar un rato en menos de 15 minutos he hecho los amarres y han quedado listos para que me los coloquen sobre el terreno de las plantaciones. 
Ahora habrá que dar unos cuantos mazazos sobre la parte superior de cada poste para que queden clavados en el terreno y no se muevan y quizás sería conveniente meter unas cuñas de madera en la parte externa e inferior de cada poste para que no puedan desplazarse hacia fuera.
Algunos comentarios que creo pueden ser útiles. Como no sabía qué tal iba a quedar en la zona y resulta difícil "presentar" los tres postes sin estar amarrados con la cuerda, me pusieron unos cáncamos a la misma altura. Pasamos una brida a través de ellos y al apretar los tres postes pueden manejarse a la vez y poner en el lugar adecuado cada uno de ellos.
Esa sujeción inicial nos valió para comprobar que una vez realizado el soporte quedaba bien en el lugar que tiene asignado. El terreno permitía clavarse y la altura de los postes es la adecuada.

Bueno, una vez hechas las comprobaciones en el seto norte hemos vuelto a separar los postes y aunque se trata de madera que ya viene tratada, he preferido darle una manita de lasur que además de protegerla mejor de la intemperie, hará que adquiera un bonito tono oscuro.
Comenzamos por cortar lo metros de cuerda que precisamos. Dependerá del grosor de los postes y de las vueltas que le damos a la cuerda. En mi caso no han llegado a los 5 m.
El inicio del rollo de cuerda viene con una cinta adhesiva para evitar que la cuerda se deshilache. Cuando cortemos los metros que precisamos es mejor que pongamos en el otro extremo cualquier tipo de cinta adhesiva con la misma finalidad mientras la manipulamos. Luego no importará mucho puesto que los extremos quedan ocultos.

Os pongo dos imágenes que contienen 8 de los pasos para realiar el amarre de los tres postes.
Conviene dejar unos centímetros del inicio de la cuerda para ir "metiéndola" entre las vueltas que iremos dando. Así, además de oculta, impedirá que con el tiempo la cuerda se afloje.
Creo que mejor que las palabras, la imágenes os permitirán ver el proceso. 
Es importante que con los últimos centímetros de cuerda hagamos igual que con el inicio. Que tratemos de ir entrecruzándolos con las últimas vueltas que damos. El extremo final de la cuerda debe quedar oculta bajo las vueltas de cuerda. Un destornillador puede valer para este fin.

Yo he dado sólo dos vueltas verticales pero pueden darse tres o las que deseemos. Únicamente hay que tener en cuenta que el espacio entre los postes es estrecho y que cuando el soporte se situúe verticalmente los postes deben cruzarse y por tanto cuántas más vueltas metamos verticalmente, más presión se ejercerá y más difícil será mover los postes a la ubicación que deseemos.

Aquí tenemos la parte superior con los postes puestos en triángulo.

Ya sólo resta situar el soporte en el lugar del jardín que le asignemos.


Al principio, al tratarse de una cuerda bastante gruesa, la unión resulta bastante rígida y parece que no van a permitir el cruce de los postes laterales por delante del central pero a poco que movamos levemente hacia arriba y abajo las cuerdas a la vez que cruzamos los postes, éstos terminan por moverse al lugar que deseamos.
Este, como comentaba lo voy a dejar aquí, frente a la casa, de momento. El rosal que crecerá a sus pies es Rosa 'Purple Skyliner' que hasta ahora lo hacía sobre otro obelisco pero éste presenta el problema que comentaba arriba y es que no puede clavarse en el suelo puesto que es otro tipo de madera. Esta zona del jardín es muy abierta y está expuesta al viento cuando sopla. No resulta seguro dejar una estructura de madera que fácilmente puede ir al suelo cuando sopla con fuerza.
El otro que he hecho esta tarde lo pondremos en el seto norte para conducir sobre él un bonito Rosa 'Perennial blue'.
Y así ha quedado. Quizás me anime a teñir la cuerda de manera que se vea oscura. Aunque la intemperie se encargará de oscurecerla rápidamente.
Iker dice que a él le parece mejor así, blanquita...que le señale bien dónde tiene que levantar la patita ajajjajaj 




Tutorial: Pomazón, cojinete, guantelino, cojín o almohadilla de dorador. Cómo hacerlo paso a paso

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