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Cómo trasplantar un árbol o arbusto grande y consolidado con zanja y poda de raíces

Hace unos días, en un Grupo de Facebook, una amiga me pidió consejo sobre el trasplante de un precioso Corylus avellana 'Contorta' al que le tiene un especial cariño y no desea dejar en el jardín que hasta ahora cultivaba y dónde crece hace muchos, muchos años! Como es lógico prefiere intentar llevárselo al nuevo jardín. La forma de efectuar el trasplante de un ejemplar consolidado como es éste requiere de mucho cuidado, de previsión, de tiempo para realizarlo y de ganas de currar jajajaja Pero merece la pena intentarlo.

Pensé que hasta ahora no habíamos tratado este asunto de los trasplantes en el blog y que podría ser interesante escribir un artículo sobre el mismo. A ello vamos!!
En ocasiones nos vemos obligados a realizar el trasplante de un arbusto o incluso un pequeño árbol a una nueva ubicación en el jardín.
Sea porque ha crecido más de lo que pensábamos y el espacio inicialmente asignado resulta ya demasiado reducido; sea porque las plantaciones cercanas están creciendo demasiado densas junto a él; incluso puede darse el caso de que, han pasado los años y su crecimiento está estorbando el paso de un camino o de un acceso. O simplemente porque, por razones estéticas, no nos gusta allí dónde crece. La cuestión es que nos vemos en la tesitura de cambiar la ubicación del arbusto o arbolito.
El sistema para hacer este trasplante y el momento del año para realizarlo dependerá de tipo de planta y sobretodo de su tamaño.
En todo caso, y usemos el sistema que usemos y lo hagamos en la temporada del año que lo hagamos, debemos recordar que el éxito depende en buena manera de que en todo momento la hidratación no se descuide.
Tanto antes de empezar a extraer la planta de su lugar, como una vez replantada en su nuevo sitio y sobretodo durante el primer año tras su trasplante, el arbusto no debe sufrir en ningún momento carencia de agua. Solo manteniendo los riegos precisos podremos paliar el estrés que siempre supone un trasplante.
Si se trata de especies de hoja perenne es preferible afrontar estos trabajos al inicio de la primavera. En caso de que estemos trasplantando un arbusto o árbol caducifolia el otoño es la estación más conveniente para hacerlo.
Indudablemente tenemos la opción de trasladar el ejemplar a raíz desnuda si es caducifolio y su tamaño es pequeño. Pero si lo que pretendemos es mover de lugar de plantación es un ejemplar perennifolio, el sistema de raíz desnuda no nos resulta válido. Sí o sí, habrá que trasladarlo con las raíces acompañadas del suelo correspondiente.
Muchos de nosotros hemos plantado muchas veces rosales a raíz desnuda, pues el caso de un arbusto o árbol es el mismo: un ejemplar extraído del suelo dónde crecía sin la tierra.
Veamos los dos casos que suelen producirse a la hora de trasplantar:

Primer caso: ARBUSTO DE PEQUEÑO TAMAÑO  y QUE O LLEVA MUCHO TIEMPO CRECIENDO EN UN LUGAR.

El caso menos problemático es este, el de un ejemplar que lleva poco tiempo creciendo en ese lugar y, al no haber tenido tiempo de desarrollar un cepellón de raíces demasiado grande, su traslado no será tan complicados y además siempre será más fácil su arraigo.
Iremos recortando todo alrededor del cepellón con una pala de punta recta haciendo que penetre verticalmente en el suelo. Con esto habremos recortado todas las raíces que sobresalen del cepellón hacia el suelo. Generalmente, si el arbusto es pequeño, simplemente con dos palas clavadas verticalmente y que ejerzan cierta presión la una frente a la otra, será suficiente para sostener el cepellón y extraerlo del suelo.

Pero si el tamaño es ya algo mayor o por la dureza del suelo vemos que esto se hace difícil, convendría una vez recortado el cepellón, eliminar el suelo que lo rodea formando una pequeña zanja a su alrededor. De esta manera tendríamos el espacio necesario para maniobrar mejor con las palas.
Es de vital importancia que el cepellón se mantenga todo lo unido que se pueda e impedir sobretodo que se rompa. La ruptura de las raíces pondría en juego las posibilidades de que arraigue de nuevo una vez plantado en su nueva ubicación incluso puede ocasionar la muerte del arbusto.

Segundo caso: ARBUSTO O ÁRBOL DE GRAN DESARROLLO CONSOLIDADO Y QUE LLEVA CRECIENDO EN EL LUGAR MUCHO TIEMPO.

Hoy quería centrarme en este segundo caso de trasplante que suele conllevar mucho más trabajo, más difícil y en el que hay más riesgo de fracaso.
Es el caso de un arbusto o árbol completamente establecido y que lleva mucho tiempo creciendo en su ubicación en el jardín. Hemos hecho obras y ya no tiene disponible el espacio que en principio le habíamos asignado o con el tamaño que está adquiriendo ya molesta para el paso de un camino... 
Entramos en la dinámica de poda/mayor crecimiento/ mayor necesidades de poda. Es lo habitual. Hay que tener en cuenta que la poda no sirve para reducir el tamaño de un ejemplar. Todo lo contrario, cuanto más podamos, más fomentamos el crecimiento. Las plantas tienen el tamaño que tienen cuando son adultas y pretender reducirlo a base de podas es un error. Además, esta constante mutilación de la planta no es nada que beneficie.
En fin, la cuestión es que te ves en la situación de que tienes en el jardín un ejemplar de buen tamaño y que lleva ya muchos años creciendo en esa ubicación y nos vemos e la necesidad de cambiarlo de lugar.
El stress del trasplante. La importancia de las raíces.
En este caso su sistema radicular se habrá desarrollado en un perímetro muy superior al caso de los arbustos que tratábamos anteriormente.
Este tipo de trasplante conlleva mucho más riesgo dado que para su traslado a otra zona del jardín nos vemos obligados a dañar buena parte de las pequeñas raicillas a través de las que el ejemplar toma el agua y los nutrientes del suelo.
Recordemos lo que decíamos en un artículo en que se trataba de la importancia de las raíces: Las raíces de un árbol o arbusto son de dos tipos.
Imagen de http://www.e-junior.net/articulo/2380/germinacion-y-crecimiento-de-las-plantas
De una parte están las raíces principales. Son leñosas, gruesas, rígidas y cuya función principal es el anclaje de la planta al suelo pero también servir de conexión entre la infinidad de pequeñas y finas raíces. 
Estas raíces principales se ramifican dando lugar a raíces secundarias o laterales y en éstas, a su vez, en sus extremos se formarán las raíces más finas.
Estas raíces más finas solo están cubiertas por la epidermis radicular o rizodermis y de ellas brotan los pelos radicales.
Los pelos radicales (también llamados pelos absorbentes) aumentan la superficie que la raíz tiene para absorber nutrientes y agua del suelo. Apenas viven unos días, no tardan en secarse y desprenderse y son sustituídos por otros nuevos que se crean próximos al ápice
Teniendo en cuenta esta estructura de las raíces podremos valorar mejor los peligros del trasplante. Se entiende así mejor la necesidad de llevar sumo cuidado cuando trasplantamos un árbol o arbusto de lugar. 
Si en esta operación de trasplante rompemos demasiada cantidad de pelos radicales o dañamos los extremos de las raíces más finas eliminando la fina capa que las cubre (rizodermis) las raíces perderán su capacidad de absorción al menos por unos días, en tanto no vuelvan a desarrollarse más pelos radicales
Es lo que todos los jardineros hemos comprobado casi cada vez que plantamos o trasplantamos una planta, el conocido shock del trasplante.

De ahí también que sea necesario cuando efectuamos un trasplante o incluso cuando plantamos una planta por primera vez, efectuar una poda de parte del largo de sus ramas e incluso de sus hojas si está en actividad vegetativa o es un ejemplar perennifolio. Con ello las raíces, dañadas en la operación de trasplante, deberán abastecer a una menor masa vegetativa. De lo contrario, un sistema radicular dañado será difícil que pueda seguir abasteciendo a la parte aérea del arbusto trasplantado.
Observemos qué está pasando debajo de tierra cuando trasplantamos un arbusto de poco desarrollo y comparémoslo con lo que ocurre cuando movemos de lugar un arbusto bien consolidado y con un aparato radicular completamente crecido:

Vemos en el primer caso que aunque con la pala cortemos un círculo alrededor del cepellón, estamos en efecto eliminando parte de estas raicillas tan importantes. Pero el daño que estamos efectuando a la planta no es comparable con el que ocasionamos en un ejemplar consolidado.
Realización de una zanja en el perímetro del cepellón que queremos trasladar de ubicación
Para minimizar los daños del trasplante en este caso, se aconseja que cuando pretendemos trasplantar un ejemplar que lleva mucho tiempo creciendo en un lugar lo hagamos con un sistema algo más lento pero que nos garantizará en mayor grado el éxito del mismo.
Se trata de practicar una zanja lo suficientemente ancha como para trabajar con comodidad alrededor de todo el perímetro del ejemplar (la zanja no debería ser mucho menor de 15/25 cm y de una profundidad de al menos 30/40 cm)
El tamaño de este cepellón que dejaremos estará en función del tamaño del arbusto y también, no cabe duda, de nuestras posibilidades.
Relleno de la zanja con sustrato mullido y con mucha materia orgánica.
Por eso es importante que durante el otoño del primer año hagamos la zanja y la rellenemos con una mezcla de sustratos muy mullida, muy esponjosa, que mantenga bien la humedad y que se componga de mucha cantidad de materia orgánica
Con esta mezcla estaremos animando al desarrollo de pequeñas raicillas que se desarrollaran desde el arbusto y se adentrarán en la mezcla. Estas raicillas que serán las que permitan a la planta seguir tomando el agua y los nutrientes del suelo dónde lo ubiquemos, minimizarán los daños ocasionados por el estrés que es inevitable.
Se aconseja precisamente no realizar el trasplante hasta el año siguiente. Durante estos meses habrá tiempo del desarrollo que mencionamos.
Tenemos una tendencia a creer que pasadas las altas temperaturas del verano, las plantas no precisan riego alguno y aunque eso puede ser cierto en algunos jardines del norte de nuestro País dónde las lluvias otoñales son copiosas, en otras zonas geográficas hay que estar muy al tanto de este tema y regar en profundidad de vez en cuando incluso en invierno, especialmente cuando se preveen heladas.
En este caso, una vez hemos realizado la poda de las raíces y hemos practicado la zanja, es imprescindible que el sustrato que usaremos para rellenar así como el propio cepellón estén en todo momento con suficiente humedad. 
Una buena capa de acolchado en forma de corteza triturada o cualquier otro material nos resultará muy práctica evitando evaporaciones innecesarias y preservando las raíces del arbusto de las bajas temperaturas del invierno y del calor del verano.
En general el otoño es un buen momento para realizar la poda de las raíces. Si no podemos esperar de ninguna forma (o somos tan impacientes que no queremos hacerlo jejeje) podemos intentar llevar a cabo el trasplante la primavera siguiente. Al menos le habremos dado a la planta la oportunidad de desarrollar finas raíces en estos pocos meses. 

Pero ya digo, lo ideal es hacer la zanja en otoño y que la planta no tenga que producir su desarrollo aéreo durante los meses de actividad vegetativa si no que tenga un tiempo para dedicarse exclusivamente a reponer su sistema radicular.
En todo caso, creo que para ejemplares con un cepellón realmente grande o que lleven muchos años creciendo en un lugar, es imprescindible que transcurra este año que os comento. 

Pero a los impacientes (como yo) les animaría a que, antes de proceder a la extracción definitiva de la planta, comprobasen que se han desarrollado suficientes raíces fibrosas en la zona de la zanja excavada y si no es así, resistieran la tentación de seguir procediendo con el traslado.
Esta fotografía muestra las maravillosas nuevas raíces surgidas hacia fuera del cepellón tras haber hecho una zanja meses antes. Como puede comprobarse el riesgo de trasplante en esta situación es mucho menor. Verdad?
http://www.ruppertnurseries.com/root-prune-root-prune-question/



El trasplante:
El tiempo que transcurra entre la poda de las raíces y el trasplante final dependerá del tamaño de la planta. Del tipo de arbusto del que se trate y de las necesidades del jardinero.
En general pensemos que cuanto más grande es una planta, más tiempo precisará para que se desarrollen esas finas y pequeñas raicillas que estamos pretendiendo y también más tiempo deberá transcurrir hasta que vuelva a asentarse en su lugar definitivo.
Este trabajo no es nada fácil. Necesitaremos ayuda de un amigo y precisaremos en ocasiones para mover el ejemplar el uso de carretillas y de otros inventos ya que el peso que puede llegar a tener el cepellón no es nada desdeñable.
Trasplantar un ejemplar consolidado y de buen tamaño sin el desarrollo de estas raíces pequeñas, supone haberle eliminado precisamente una gran de su sistema radicular, en concreto las raíces "alimenticias" de la planta y tal cual ubicarla en su nuevo lugar sin contar con los elementos que necesitará para seguir nutriéndose e hidratándose. 
Por el contrario dejar pasar unos meses entre el momento en que practiquemos la zanja y la rellenos y el momento en que efectuemos el traslado de lugar, supondrá llevarse ya un ejemplar con nuevas raicillas desarrolladas y por tanto con más posibilidades de arraigar en su nuevo lugar de plantación. Estas raicillas serán las que se desarrollen rellenando la zanja que previamente habremos cavado el año anterior y servirán al arbusto para, tan pronto esté en su lugar definitivo, contar con las herramientas precisas para tomar el agua y los nutrientes del suelo.
Siempre os digo que en jardinería la previsión y la planificación es de suma importancia. Es verdad que se pueden hacer las cosas con precipitación, tomar una decisión y llevarla a cabo de forma inmediata pero indudablemente esta forma de actuar tiene menos posibilidades de éxito.

Quisiera aclarar algo de perogrullo y es que a la hora de extraer el nuevo cepellón deberemos cavar una nueva zanja en un perímetro que abarque la zona que rellenamos de sustrato mullido y dónde se supone que se habrán desarrollado gran cantidad de raíces fibrosas.
Cuanto más separada del tallo principal esté esta zanja última, menos pequeñas y nuevas raíces estropearemos. Tengamos en cuenta que precisamente estamos usando este método para intentar llevarnos la planta con la mayor cantidad de esas raíces por tanto tengamos sumo cuidado a la hora de la extracción.
El cepellón que nos "llevaremos" con la planta será  por tanto de mayor diámetro que el que inicialmente habremos recortado.

Este aspecto hay que tenerlo en cuenta y sopesar las necesidades del ejemplar según su tamaño y las posibilidades reales que nosotros personalmente tendremos en el momento de inicial de podar las raíces ya que repercutirá en el tamaño y peso del pan de tierra que tendremos que mover de un lugar a otro del jardín.
También es posible, dependiendo de la planta, practicar el corte de raíces en primavera y realizar su traslado el otoño siguiente pero en este caso la planta dañada en sus raíces deberá soportar los rigores del verano lo que convierte al riego en este caso en especial un elemento absolutamente imprescindible si queremos que la planta supere el estrés (en todos los casos siempre que se trasplanta hay que cuidar del riego).
El traslado del ejemplar extraído del hoyo de plantación
Para efectuar el traslado hay varios sistemas que nos pueden ayudar y facilitar el trabajo.
Este trabajo es difícil realizarlo un jardinero solo. Casi que creo que es imprescindible que alguien nos ayude. Así pues, convendría que mientras uno de los jardineros, ayudándose de la pala inclina el cepellón antes de extraerlo, el otro, aunque sea con dificultad, intente meter la mitad de una arpillera de tamaño suficiente para envolver todo el cepellón final. Luego, inclinando el pan de tierra en dirección contraria, uno de los jardineros tirará de la arpillera hasta tener cubierto todo el cepellón.
Una vez metida la arpillera es imprescindible cubrir con ella el cepellón por la parte superior. Para ello, conviene que la aspillera (o el material que usemos para tal fin) sea de tamaño generoso. Mediante alambre, clavos, cuerdas, o del modo que se nos ocurra es aconsejable que quede bien sujeta.
Envuelto así el cepellón puede intentar sacarse del hoyo de plantación. Es importante que sepamos que nunca debemos tirar del tronco si no ejercer la fuerza desde el cepellón hacia arriba. Lo contrario es arriesgado y puede ocasionar la ruptura de la base de la planta.
Una vez fuera del agujero podríamos ubicarlo sobre un trozo de malla de alambre flexible colocada ya a nivel del suelo. Con esta malla forraremos por fuera la arpillera formando una especie de "jaula" y lograremos que el conjunto esté suficientemente consolidado para que aguante el traslado de lugar sin que se rompa ni se dañe el pan de tierra.
En ocasiones el tamaño de estos cepellones es tan grande y pesa tanto que no es nada fácil eliminar estos materiales de los que nos valemos para su traslado.
El viaje hasta el lugar definitivo no es tampoco fácil. El peso y la envergadura de la planta es a veces tan grande que es bastante complicado trasladarlo a través del jardín.
Si queréis ver en detalle un el "paseo" que tubo que hacer una de mis catalpas desde la entrada a su lugar de plantación podéis pinchar en el enlace. Comprobaréis que era tanto lo que pesaba que nos vimos obligados a poner el árbol sobre unas puertas sobre las que lo hacíamos desplazarse. En fin, toda una odisea!!

Debemos saber si la arpillera que estamos usando es sintética o natural sin tratamiento alguno. Si es este el caso, aunque quedara algún trozo de ella bajo tierra el tiempo se encargaría de ir deteriorándola y llegaría a "compostarse" de forma natural sin ocasionar daño alguno a la planta. De todos modos es mejor intentar eliminarla en su totalidad si no resulta posible.
Lo que sí hay que quitar del todo es la malla metálica y clavos, cuerdas o cualquier material del que nos hayamos valido para sujetar y envolver bien el cepellón.
Os muestro qué tamaño (y peso) puede llegar a tener un cepellón de un árbol cuando estamos trasplantándolo (en este caso desde el vivero a mi jardín. Creció en el suelo y meses antes de traerlo a mi jardín hicieron la zanja)

La plantación en el lugar definitivo

Y por último, previamente al día que tenemos decidido realizar el trasplante, deberíamos tener ya listo el hoyo de plantación como es lógico. De no ser así estaríamos exponiendo el cepellón a unas condiciones en las que puede resecarse y que las raicillas se dañen.
Por supuesto, antes de llegar a meter el arbusto en este hoyo tendremos que regar copiosamente la zona para que sea recibido por un suelo bien húmedo (no encharcado) y en paralelo nos aseguremos de que este hoyo tienen un perfecto drenaje.
Durante al menos el siguiente año una vez plantado definitivamente el arbusto continuaremos cuidando escrupulosamente de su hidratación. En tanto el arbusto no reponga del todo su sistema radicular, estará mermado en su capacidad de abastecer a la planta del agua y de los nutrientes que precisa. Que el suelo que le rodea esté húmedo es una forma de ayudar a su posterior y definitivo arraigo.

¿Qué son las micorrizas?

El otro día hablaba con unos amigos jardineros sobre un tema controvertido, el de replantar rosales en suelos dónde durante mucho tiempo se hubieran cultivado otros rosales. Muchos son los viveristas, libros y especialistas que afirman la existencia de este problema aunque en paralelo también los hay que cuestionan estas afirmaciones. 
Precisamente el uso de productos micorrícicos es una solución en opinión de algunos para evitar o paliar el problema del replante de rosales en situaciones como la que acabamos de mencionar.
Me ha parecido interesante tratar aunque sea someramente los hongos micorrícicos, al menos para saber un poco qué son y de qué modo los podemos utilizar en el jardín.
La simbiosis que se establece entre ciertos hongos del suelo y las raíces muchas plantas se conoce con el nombre de micorriza. Esta palabra deriva del griego: “Myco” significa hongo y “rhiza” raíz.   Esta simbiosis se establece entre ambos organismos de modo que para los dos es beneficiosa la relación. La planta se beneficia al obtener minerales y agua del suelo y el hongo se nutre de los carbohidratos y otras sustancias que son producto de la fotosíntesis proporcionados por la planta.
Los hongos forman en el extremo de las raíces una especie de “conector” con el suelo mediante el que la planta puede tomar su humedad en una extensión mucho mayor que la que abarcan las propias raíces facilitándole a su vez la consecución de microelementos presentes en cantidades muy pequeñas en el suelo y que son de difícil alcance para ella. Así con esta fina red de hifas que se desarrollan desde las raíces hacia la zona exterior de suelo las raíces pueden indirectamente llegar a una extensión de suelo mucho mayor que por ellas mismas.
Imagen de http://laburlaverde.com/foro/index.php
La mayoría de las plantas (tanto cultivadas como silvestres) establecen este tipo de simbiosis. Se estima que alrededor del 90 % de especies establecen un tipo de relación micorrícica pudiendo datarse tu antigüedad la misma que la de las plantas. Cada tipo de planta suele asociarse con un tipo de hongo, es decir, no todos los hongos colonizan cualquier tipo de planta. Algunos géneros de hongos, como pertenecientes a Glomus micorrizan un amplio abanico de plantas. Hay algunas excepciones, plantas que rara vez se micorrizan como las crucíferas
De hecho han llegado a describirse más de 200 especies distintas de Endo-micorrizas y se dan de forma natural en suelos en los que no ha intervenido el arado, no se han aplicado fertilizantes químicos o no se ha producido un riego artificial demasiado intensivo. Es decir, son absolutamente frecuentes en cualquier suelo sin intervención humana.
Las micorrizas suelen clasificarse en tres grandes grupos según su estructura:

1.- Ecto-micorrizas que forman un manto sobre la raíz, es decir, un espeso manto formado por micelio del hongo. Las Ecto-se desarrollan y establecen en la superficie de las raíces  y puede observarse a simple vista. Los hongos Ecto-micorrizíciso se pueden reproducir sin la presencia de la planta que lo hospeda. Las hifas de este tipo de hongos no penetran en la raíz si no que se desarrollan sobre y entre las raíces. Este tipo de simbiosis no aportan nutrientes a la planta como lo hacen las Endo-micorrizas pero las benefician igualmente con la producción de auxina y la reducción de patógenos del suelo. Este tipo de micorrizas “externas” es propio de árboles como hayas, robles, pinos, eucaliptos, etc.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm
2.- Las Ectendo-micorrizas  Están a caballo entre las ecto y las endo-micorrizas. De una parte producen el manto externo como lo hacen las Ecto-micorrizas pero a la vez penetran en el interior de las células de las raíces pero sin formar arbúsculos ni vesículas propios de las  Endo-micorrizas. Este tipo de micorrizas son más propias de angiospermas que de gimnospermas y su distribución no es demasiado amplia. Están formadas por las micorrizas Arbutoides y Monotropoides.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

3.- Endo-micorrizas subdivididas en tres tipos:
Ericoidales (propias de plantas como los rododendros y brezos. Son de tipo bastante simple y sus hifas al penetrar en las raíces forman ovillos)

Orquidoides (propias de las orquídeas con las que forman simbiosis en etapas juveniles de las plantas pero habitualmente las orquídeas se independizan del hongo una vez alcanzada su edad adulta) 
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

y Arbusculares.
Los hongos que forman Endo-micorrizas arbusculares evolutivamente son las más antiguas. Se introducen en el córtex de las raíces, no producen un manto que pueda observarse a simple vista. Son más propias de herbáceas, gramíneas, son muy frecuentes en suelos pobres y en selvas de tipo tropical. Producen en algunos casos vesículas que son estructuras de forma redondeada y que funcionan a modo de reserva de lípidos. Además siempre dan lugar a estructuras que se conocen con el nombre de arbúsculos (de dónde les viene su nombre) y que se encargan los nutrientes tanto de la planta hacia el hongo como del hongo hacia la planta
Las que más vamos a escuchar en jardinería por ser las más conocidas y las más extensamente presentes son las arbusculares. Así, una vez establecido el hongo, sus hifas crecen desde la raíz de la planta hacia el suelo formando lo que se conoce como micelio eterno. De esta manera la planta tiene acceso a una superficie de suelo muy superior a la que tendría sin la actividad de estas hifas pudiendo absorber nutrientes y agua en mucha mayor cantidad. Pero no solo agua, también redunda en beneficio de la capacidad de captación que tendrá la planta de microelementos que tiene poca difusión en los suelos como fosfatos solubles, Boro, Cobre o Zinc e incluso hierro.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

Beneficios de las micorrizas arbusculares:
  • Ya hemos mencionado el aumento de la capacidad de absorción que tiene la planta por efecto de esta “ampliación” de la zona de exploración de las raíces ayudados por la extensión que supone el crecimiento de las hifas de los hongos alrededor de las raíces. Ello conlleva, como hemos dicho, una mayor capacidad de absorción de nutrientes y de agua.
  • De alguna manera por tanto puede considerarse que el uso de micorrizas aumenta el aprovechamiento de los nutrientes del suelo lo que puede ir favorecer económicamente el cultivo de las plantas al decrecer los costos de abono. Es decir, que aunque el abonado siga siendo necesario, la fertilización se hace más eficiente pudiéndose disminuir las dosis aplicadas.
  • También la protección contra algunos agentes patógenos de las raíces parece demostrada faltando todavía estudios que demuestren sin duda la protección frente a enfermedades del tallo y hojas aunque en general, parece ser que la protección de las plantas que han establecido esta relación simbiótica con los hongos son menos susceptibles a las enfermedades.
  • El stress  que las plantas sufren tras la plantación se ve paliado con el uso de este tipo de hongos. Parece demostrado que las plantas tratadas con micorrizas son más resistentes a cambios de temperatura y a los efectos de los suelos ácidos que deriva de la presencia de azufre, magnesio y aluminio.
  • Igualmente mejora la resistencia de la planta a situaciones de sequía y suelos con alto grado de salinidad.
  • No dejan residuos tóxicos en el suelo por lo que uso no tiene perjuicio alguno para el entorno. 
  • Algunos hongos micorrícicos pueden establecer su simbiosis con más de una planta, beneficiando así la diversidad en el suelo de los ecosistemas al establecer conexiones entre plantas en condiciones diferentes de luminosidad e incluso entre plantas con capacidad de absorción de nutrientes distintos por su distinta ubicación.
Factores a tener en cuenta cuando usemos micorrizas
El proceso de la inoculación de hongos formadores de micorrizas arbusculares se efectúa habitualmente depositando cierta cantidad debajo del sistema radicular de la planta que pretendemos micorrizar. A mayor tamaño y edad de la planta, mayores serán las cantidades de producto que precisaremos y mayor será el tiempo de establecimiento de las micorrizas para que lleguen a formar simbiosis con la planta. Lo ideal es que apliquemos los propágulos en contacto directo con  las raíces de la planta que estemos trasplantando.
En el caso de que plantemos a raíz desnuda un rosal o cualquier otro tipo de arbusto es conveniente  que inmediatamente antes de su introducción en el hoyo de plantación mojemos las raíces y espolvoreemos los propágulos sobre las raíces que habremos mantenido sobre el hoyo para que el producto que caiga lo haga sobre el suelo de plantación, a continuación posicionaremos la planta a la altura adecuada en el hoyo y rellenemos como lo hacemos habitualmente.




Las micorrizas son más efectivas y actúan más rápidamente en cuanto su inoculación se efectúe lo más tempranamente posible en las plantas. La aplicación ideal sería la que se efectuara en viveros en los semilleros o cuando las plantas son muy jóvenes. No obstante parece ser que también se establecen sus beneficios con su uso a la hora de plantación de arbustos y árboles aplicando el producto en contacto directo con las raíces.
Uso simultáneo de trichodermas y micorrizas. Si tenemos pensado usar trichodermas (Trichoderma harzianum) es conveniente esperar unas cuatro semanas después de la aplicación de las micorrizas para dejar tiempo suficiente para que éstas se establezcan. Así evitamos el peligro de posibles competencias con las trichodermas.
Una vez inoculadas las micorrizas y si éstas llegan a establecerse y comenzar su colonización no es necesario posteriores aplicaciones ya que la simbiosis que se produce continúa, se supone, durante toda la vida de la planta.
Es importante saber que la aplicación de micorrizas no es posible efectuarla a través de sistemas de riego.  El producto que se comercializa (una especie de polvo gris que contiene los propágulos no tiene ni la capacidad de suspensión ni de, a través de las boquillas de riego, llegar a las raíces de las plantas. Las partículas del producto debido a su tamaño es difícil que penetren hasta el nivel de las raíces. Por tanto su aplicación se hace necesaria que sea en las raíces y no a través de la parte alta del suelo esperando que el producto sea absorbido y llegue hasta el nivel del sistema radicular de la planta.
Cuando adquirimos productos de este tipo es de suma importancia comprobar la fecha de caducidad y tener constancia de que los envases se han conservado en las condiciones adecuadas de temperatura y humedad. Al ser organismos vivos es vital que el producto no lleve años en las estanterías del comercio dónde lo adquiramos. 
Debemos tener en cuenta los efectos que puede producir el uso de fungicidas sobre las micorrizas especialmente si los usamos cuando las micorrizas aún no han tenido tiempo de establecerse. En general se aconseja no hacer uso de estos fungicidas sistémicos en las seis semanas después de haber aplicado las micorrizas. Transcurrido este tiempo parece ser que su uso no perjudica las micorrizas.
Por lo que hace a fungicidas de contacto no se conocen efectos perjudiciales para las micorrizas.
En opinión de algunos autores, el uso de micorrizas ha demostrado que posibilita que prosperen rosales plantados en suelos dónde previamente hubo cultivado mucho tiempo otro rosal. Parece ser que los efectos beneficiosos de las micorrizas en la lucha contra agentes patógenos que pudiera haber dejado el rosal que crecía anteriormente en el suelo quedan amortiguados permitiendo el crecimiento del nuevo rosal sin necesidad de eliminar todo el suelo existente alrededor de las raíces del viejo rosal.
Quienes abogan por el uso de micorrizas a la hora de plantar un rosal en el mismo suelo que hubo anteriormente otro rosal cultivándose aconsejan la aportación de una buena cantidad de estiércol bien fermentado o compost bien descompuesto en el hoyo de plantación precisamente porque las micorrizas necesitan materia orgánica para su establecimiento y desarrollo.
Por último, parece prudente dejar pasar un tiempo entre la inoculación de micorrizas y la aplicación de abonos químicos o fertilizantes para evitar que este tipo de productos maten los hongos que estamos inoculando.

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