¿Qué son las micorrizas?

El otro día hablaba con unos amigos jardineros sobre un tema controvertido, el de replantar rosales en suelos dónde durante mucho tiempo se hubieran cultivado otros rosales. Muchos son los viveristas, libros y especialistas que afirman la existencia de este problema aunque en paralelo también los hay que cuestionan estas afirmaciones. 
Precisamente el uso de productos micorrícicos es una solución en opinión de algunos para evitar o paliar el problema del replante de rosales en situaciones como la que acabamos de mencionar.
Me ha parecido interesante tratar aunque sea someramente los hongos micorrícicos, al menos para saber un poco qué son y de qué modo los podemos utilizar en el jardín.
La simbiosis que se establece entre ciertos hongos del suelo y las raíces muchas plantas se conoce con el nombre de micorriza. Esta palabra deriva del griego: “Myco” significa hongo y “rhiza” raíz.   Esta simbiosis se establece entre ambos organismos de modo que para los dos es beneficiosa la relación. La planta se beneficia al obtener minerales y agua del suelo y el hongo se nutre de los carbohidratos y otras sustancias que son producto de la fotosíntesis proporcionados por la planta.
Los hongos forman en el extremo de las raíces una especie de “conector” con el suelo mediante el que la planta puede tomar su humedad en una extensión mucho mayor que la que abarcan las propias raíces facilitándole a su vez la consecución de microelementos presentes en cantidades muy pequeñas en el suelo y que son de difícil alcance para ella. Así con esta fina red de hifas que se desarrollan desde las raíces hacia la zona exterior de suelo las raíces pueden indirectamente llegar a una extensión de suelo mucho mayor que por ellas mismas.
Imagen de http://laburlaverde.com/foro/index.php
La mayoría de las plantas (tanto cultivadas como silvestres) establecen este tipo de simbiosis. Se estima que alrededor del 90 % de especies establecen un tipo de relación micorrícica pudiendo datarse tu antigüedad la misma que la de las plantas. Cada tipo de planta suele asociarse con un tipo de hongo, es decir, no todos los hongos colonizan cualquier tipo de planta. Algunos géneros de hongos, como pertenecientes a Glomus micorrizan un amplio abanico de plantas. Hay algunas excepciones, plantas que rara vez se micorrizan como las crucíferas
De hecho han llegado a describirse más de 200 especies distintas de Endo-micorrizas y se dan de forma natural en suelos en los que no ha intervenido el arado, no se han aplicado fertilizantes químicos o no se ha producido un riego artificial demasiado intensivo. Es decir, son absolutamente frecuentes en cualquier suelo sin intervención humana.
Las micorrizas suelen clasificarse en tres grandes grupos según su estructura:

1.- Ecto-micorrizas que forman un manto sobre la raíz, es decir, un espeso manto formado por micelio del hongo. Las Ecto-se desarrollan y establecen en la superficie de las raíces  y puede observarse a simple vista. Los hongos Ecto-micorrizíciso se pueden reproducir sin la presencia de la planta que lo hospeda. Las hifas de este tipo de hongos no penetran en la raíz si no que se desarrollan sobre y entre las raíces. Este tipo de simbiosis no aportan nutrientes a la planta como lo hacen las Endo-micorrizas pero las benefician igualmente con la producción de auxina y la reducción de patógenos del suelo. Este tipo de micorrizas “externas” es propio de árboles como hayas, robles, pinos, eucaliptos, etc.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm
2.- Las Ectendo-micorrizas  Están a caballo entre las ecto y las endo-micorrizas. De una parte producen el manto externo como lo hacen las Ecto-micorrizas pero a la vez penetran en el interior de las células de las raíces pero sin formar arbúsculos ni vesículas propios de las  Endo-micorrizas. Este tipo de micorrizas son más propias de angiospermas que de gimnospermas y su distribución no es demasiado amplia. Están formadas por las micorrizas Arbutoides y Monotropoides.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

3.- Endo-micorrizas subdivididas en tres tipos:
Ericoidales (propias de plantas como los rododendros y brezos. Son de tipo bastante simple y sus hifas al penetrar en las raíces forman ovillos)

Orquidoides (propias de las orquídeas con las que forman simbiosis en etapas juveniles de las plantas pero habitualmente las orquídeas se independizan del hongo una vez alcanzada su edad adulta) 
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

y Arbusculares.
Los hongos que forman Endo-micorrizas arbusculares evolutivamente son las más antiguas. Se introducen en el córtex de las raíces, no producen un manto que pueda observarse a simple vista. Son más propias de herbáceas, gramíneas, son muy frecuentes en suelos pobres y en selvas de tipo tropical. Producen en algunos casos vesículas que son estructuras de forma redondeada y que funcionan a modo de reserva de lípidos. Además siempre dan lugar a estructuras que se conocen con el nombre de arbúsculos (de dónde les viene su nombre) y que se encargan los nutrientes tanto de la planta hacia el hongo como del hongo hacia la planta
Las que más vamos a escuchar en jardinería por ser las más conocidas y las más extensamente presentes son las arbusculares. Así, una vez establecido el hongo, sus hifas crecen desde la raíz de la planta hacia el suelo formando lo que se conoce como micelio eterno. De esta manera la planta tiene acceso a una superficie de suelo muy superior a la que tendría sin la actividad de estas hifas pudiendo absorber nutrientes y agua en mucha mayor cantidad. Pero no solo agua, también redunda en beneficio de la capacidad de captación que tendrá la planta de microelementos que tiene poca difusión en los suelos como fosfatos solubles, Boro, Cobre o Zinc e incluso hierro.
Imagen de http://www.biologia.edu.ar/fungi/micorrizas.htm

Beneficios de las micorrizas arbusculares:
  • Ya hemos mencionado el aumento de la capacidad de absorción que tiene la planta por efecto de esta “ampliación” de la zona de exploración de las raíces ayudados por la extensión que supone el crecimiento de las hifas de los hongos alrededor de las raíces. Ello conlleva, como hemos dicho, una mayor capacidad de absorción de nutrientes y de agua.
  • De alguna manera por tanto puede considerarse que el uso de micorrizas aumenta el aprovechamiento de los nutrientes del suelo lo que puede ir favorecer económicamente el cultivo de las plantas al decrecer los costos de abono. Es decir, que aunque el abonado siga siendo necesario, la fertilización se hace más eficiente pudiéndose disminuir las dosis aplicadas.
  • También la protección contra algunos agentes patógenos de las raíces parece demostrada faltando todavía estudios que demuestren sin duda la protección frente a enfermedades del tallo y hojas aunque en general, parece ser que la protección de las plantas que han establecido esta relación simbiótica con los hongos son menos susceptibles a las enfermedades.
  • El stress  que las plantas sufren tras la plantación se ve paliado con el uso de este tipo de hongos. Parece demostrado que las plantas tratadas con micorrizas son más resistentes a cambios de temperatura y a los efectos de los suelos ácidos que deriva de la presencia de azufre, magnesio y aluminio.
  • Igualmente mejora la resistencia de la planta a situaciones de sequía y suelos con alto grado de salinidad.
  • No dejan residuos tóxicos en el suelo por lo que uso no tiene perjuicio alguno para el entorno. 
  • Algunos hongos micorrícicos pueden establecer su simbiosis con más de una planta, beneficiando así la diversidad en el suelo de los ecosistemas al establecer conexiones entre plantas en condiciones diferentes de luminosidad e incluso entre plantas con capacidad de absorción de nutrientes distintos por su distinta ubicación.
Factores a tener en cuenta cuando usemos micorrizas
El proceso de la inoculación de hongos formadores de micorrizas arbusculares se efectúa habitualmente depositando cierta cantidad debajo del sistema radicular de la planta que pretendemos micorrizar. A mayor tamaño y edad de la planta, mayores serán las cantidades de producto que precisaremos y mayor será el tiempo de establecimiento de las micorrizas para que lleguen a formar simbiosis con la planta. Lo ideal es que apliquemos los propágulos en contacto directo con  las raíces de la planta que estemos trasplantando.
En el caso de que plantemos a raíz desnuda un rosal o cualquier otro tipo de arbusto es conveniente  que inmediatamente antes de su introducción en el hoyo de plantación mojemos las raíces y espolvoreemos los propágulos sobre las raíces que habremos mantenido sobre el hoyo para que el producto que caiga lo haga sobre el suelo de plantación, a continuación posicionaremos la planta a la altura adecuada en el hoyo y rellenemos como lo hacemos habitualmente.




Las micorrizas son más efectivas y actúan más rápidamente en cuanto su inoculación se efectúe lo más tempranamente posible en las plantas. La aplicación ideal sería la que se efectuara en viveros en los semilleros o cuando las plantas son muy jóvenes. No obstante parece ser que también se establecen sus beneficios con su uso a la hora de plantación de arbustos y árboles aplicando el producto en contacto directo con las raíces.
Uso simultáneo de trichodermas y micorrizas. Si tenemos pensado usar trichodermas (Trichoderma harzianum) es conveniente esperar unas cuatro semanas después de la aplicación de las micorrizas para dejar tiempo suficiente para que éstas se establezcan. Así evitamos el peligro de posibles competencias con las trichodermas.
Una vez inoculadas las micorrizas y si éstas llegan a establecerse y comenzar su colonización no es necesario posteriores aplicaciones ya que la simbiosis que se produce continúa, se supone, durante toda la vida de la planta.
Es importante saber que la aplicación de micorrizas no es posible efectuarla a través de sistemas de riego.  El producto que se comercializa (una especie de polvo gris que contiene los propágulos no tiene ni la capacidad de suspensión ni de, a través de las boquillas de riego, llegar a las raíces de las plantas. Las partículas del producto debido a su tamaño es difícil que penetren hasta el nivel de las raíces. Por tanto su aplicación se hace necesaria que sea en las raíces y no a través de la parte alta del suelo esperando que el producto sea absorbido y llegue hasta el nivel del sistema radicular de la planta.
Cuando adquirimos productos de este tipo es de suma importancia comprobar la fecha de caducidad y tener constancia de que los envases se han conservado en las condiciones adecuadas de temperatura y humedad. Al ser organismos vivos es vital que el producto no lleve años en las estanterías del comercio dónde lo adquiramos. 
Debemos tener en cuenta los efectos que puede producir el uso de fungicidas sobre las micorrizas especialmente si los usamos cuando las micorrizas aún no han tenido tiempo de establecerse. En general se aconseja no hacer uso de estos fungicidas sistémicos en las seis semanas después de haber aplicado las micorrizas. Transcurrido este tiempo parece ser que su uso no perjudica las micorrizas.
Por lo que hace a fungicidas de contacto no se conocen efectos perjudiciales para las micorrizas.
En opinión de algunos autores, el uso de micorrizas ha demostrado que posibilita que prosperen rosales plantados en suelos dónde previamente hubo cultivado mucho tiempo otro rosal. Parece ser que los efectos beneficiosos de las micorrizas en la lucha contra agentes patógenos que pudiera haber dejado el rosal que crecía anteriormente en el suelo quedan amortiguados permitiendo el crecimiento del nuevo rosal sin necesidad de eliminar todo el suelo existente alrededor de las raíces del viejo rosal.
Quienes abogan por el uso de micorrizas a la hora de plantar un rosal en el mismo suelo que hubo anteriormente otro rosal cultivándose aconsejan la aportación de una buena cantidad de estiércol bien fermentado o compost bien descompuesto en el hoyo de plantación precisamente porque las micorrizas necesitan materia orgánica para su establecimiento y desarrollo.
Por último, parece prudente dejar pasar un tiempo entre la inoculación de micorrizas y la aplicación de abonos químicos o fertilizantes para evitar que este tipo de productos maten los hongos que estamos inoculando.

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